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Dasha no había hablado con Christopher desde hacía días y no era porque el no lo intentara. Todo lo contrario, pero después de haberse desecho del chantaje que caía sobre ella el primer paso que debía de seguir para mejorar su condición era alejarse de Christopher todo lo posible.
Como decían por ahí alejarse de las drogas nunca era fácil, pero lo estaba logrando. Había hablado con Luke sobre todo lo que le había sucedido estos meses y había tenido que evitar que este saliera a la caza de su alumno para vengarse por lo que le había hecho. Tampoco había tenido sexo con él y se sentía estresada e intranquila, pero se estaba esforzando en mantener su mente alejada de ello enfocándose en el trabajo, en su vida social. Había empezado a hacer yoga y meditación, pintaba en su tiempo libre y se tomaba la medicación que le había recetado Alabama y que durante su estallido sexual con Christopher se había convencido de que no necesitaba.
Pero lo más importante de todo: se mantenía lo más lejos posible de Christopher Perkins. Había cambiado su número telefónico y su cuenta de correo había sido eliminada y cada vez que se lo encontraba conseguía alguna manera de esquivarlo. Aunque fuera por los pelos.
Dasha sacudió su cabeza irritada. No quería pensar en Christopher, principalmente en un día tan alegre como ese. Finalmente su hermano se había tomado unos días libres para pasarlos con ella. Eso siempre era una buena noticia para Dasha.
La hacía pensar en noches de cine y conversaciones matutinas delante de un café bien fuerte. Si no fuera porque su madre se les uniría dentro de un par de días su felicidad estaría completa.
Manejó por las calles de Seattle quejándose por el terrible atasco. Se sentía irritada y molesta como si estuviera siendo vigilada, una sensación extraña que debía de aparcar a un lado recordándose que Adrik pronto estaría allí. El tiempo con su hermano mayor siempre era de calidad y ninguna molestia repentina lo arruinaría.
Al llegar al aeropuerto no tuvo que esperar mucho, el atasco la había hecho llegar justo a tiempo para ver a su hermano salir por las puertas del lugar cargado con dos maletas. Dasha sonrió a sabiendas de que una de ellas estaría llena de documentos de trabajo. Su hermano era adicto a lo que hacía así como Dasha era adicta al sexo. "Pero de ningún modo son las mismas cosas" se dijo a sí misma y levantó la mano y lo llamó a gritos con una perenne sonrisa en el rostro. Adrik siempre la hacía sonreír, su hermano era una de las pocas cosas que aliviaban el peso de los pecados que Dasha cargaba.
Cuando él la vio al fin le sonrió con la misma alegría desmedida. Ambos caminaron hacia el otro y se abrazaron de inmediato. Durante unos minutos todo estuvo bien en el mundo de Dasha. Sin sexo, sin chantaje, sin Christopher, podía ser la niña que se lanzó desde la rama de un árbol a los brazos de su hermano mayor.
- Erizo, veo que sigues siendo igual de fea. - bromeó él sonriente contra el cabello de ella.
Dasha sonrió de igual manera con la sonrisa típica de los hermanos menores que no soportan las triquiñuelas de sus hermanos mayores. A ella siempre le había fastidiado el apodo que Adrik le había puesto cuando era pequeña.
- Idiota. - lo golpeó en broma en el hombro sin dejar de reír. - Veo que necesitarás espejuelos nuevos pues toda la belleza de la familia fue a parar a mi, solo que tu envidia no te deja verla.
- Si te llevaste toda la belleza de la familia esta era realmente poca. - le jaló suavemente el pelo a ella y ambos rieron mientras caminaban abrazados por la cintura hacia el coche de Dasha.
- Mete las maletas en el maletero y monta al auto que como está de transitado el centro de Seattle a estas horas tendremos suficiente tiempo para me cuentes buenas nuevas. - Lo avisó ella volviendo a sentirse repentinamente incómoda y observada.
Dasha miró a su alrededor mientras Adrik llevaba a cabo su tarea, pero el exterior del aeropuerto estaba, como siempre, lleno de personas y ninguna parecía en especialmente interesado en ellos así que lo ignoró.
- ¿Nos vamos? - le preguntó su hermano cerrando el maletero y enviándole una mirada preocupada. Se había dado cuenta de la expresión pensativa en el rostro de su hermana menor.
- ¡Vámonos! - sonrió brillantemente Dasha e ignoró su malestar.
Sin parar la cháchara ambos se pusieron en camino a la casa de ellos.

La emocionante existencia de una adicta al sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora