↳ 💉₊˚. ··· Healing Takes Time »-Postgame Saiouma-«

↳ ੈ‧₊ CAPÍTULO 10

Eventualmente, el décimo día llegó.

Shuichi se paró frente aquella puerta de hospital, orgulloso del trabajo que había realizado y del progreso que logró. Nunca antes se había dado crédito por acciones tan importantes como aquellas, pero era fácil de ver que la tarea lograda no era equivalentemente fácil.

Sin nervios, sin miedo, sin inseguridades. Así se sentía encontrarse delante de aquella habitación que tanto conflicto le causó en el pasado. Kokichi había vuelto a ser su aliado, por más caótico que siguiera siendo en ocasiones. Le traía una cálida sonrisa a la cara, una que con suerte no se borraría por nada en el mundo.

Con calma abrió el picaporte metálico, el único obstáculo entre él y el pequeño líder supremo. No sabía con exactitud que pensar de aquel día, puesto que no tenía nada en mente y el día anterior había sido bastante exhaustivo, pero estaba seguro de que entre ambos encontrarían una actividad que realizar para dejar pasar el rato.

Fue recibido con una pequeña figura que se sentaba desesperadamente en su camilla, una traviesa mueca pintada en aquel rostro suave. Su propio rostro fue rápido en tomar una mueca similar, puesto que quería que el otro supiera que su amigable emoción era mutua.

—¡Buenos días, Kokichi! —Saludó con amabilidad, cerrando la puerta detrás de él, adentrándose en la recámara mientras la otra presencia del cuarto lo miraba con cierta expectación—. ¿Estás emocionado? Es nuestro último día —preguntó calmado, suponiendo que la emoción en aquellos ojos amatista era por esa misma razón.

Lo había estado restringiendo en los últimos diez días y estaba seguro de que el pelimorado deseaba volver a salir con todos los demás chicos y pasar más tiempo con ellos que con él. Era una sensación extraña, pero no le desagradaba del todo, ambos se habían traicionado en el pasado y era justo que quedaran residuos de esa amargura por ahí.

El muchacho más bajo solo lo observó con ojos con una mirada fija, sin separar aquellos orbes lavanda de las facciones faciales de Saihara. De un momento a otro, los ojos dejaron de seguir al detective y formaron parte de una cara de puchero.

—Quiero ver a Shumai un poco más —indicó Ouma, soltando su vacilona mueca por una triste, una que evidentemente no era genuina y cuyo propósito era solamente juguetón. Después de todo, su espontaneidad e infantilidad seguían siendo unas de las características más notables de su divertida personalidad.

El de cabellos violetas esperaba que el otro comprendiera su situación, puesto que en aquel juego de asesinato le había traído ciertos problemas de abandono. Lo había intoxicado desde dentro con un intenso miedo a que o volvieran a dejar de lado, como anteriormente habían hecho.

Aunque su propósito en ese entonces era que lo dejaran solo para poder trabajar en su plan sin que nadie más saliese lastimado, ahora ya no lo era. Necesitaba de comunicación y de afecto ocasional, como todo ser humano lo hacía. Y Shuichi era la única persona que había estado atendiendo esa necesidad en los días recientes.

No solo eso, si no que el hecho de que estaba enamorado de aquel chico de ojos ámbar opaco solo empeoraba ese miedo. Aquel miedo que no había sentido desde el momento en el que se disculpó con Maki por primera vez.

—No voy a irme a ningún lado —dijo el de cabellos azules, soltando pequeñas risillas. No había forma de que desperdiciara todo su esfuerzo de esa forma, pues había puesto mucho en su amistad y dejar todo de lado ahora significaría tirar la confianza que Kokichi le había entregado a la basura.

Dentro de su cabeza sabía que aquellas palabras se debían al trauma que Ouma había sufrido, por lo que no le importaría seguir pasando el rato con él en ocasiones. Ya no solo porque era su deber recuperar su amistad, ahora era porque eran amigos, y los amigos perdían el tiempo juntos.