Chica con suerte

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—Vamos, nena —Minho besó mi cuello bruscamente.

—Oye, no hagas eso —lo empujé.

—¿A qué crees que hemos venido entonces? —preguntó enfadado.

—Dijiste que iríamos de paseo —lo miré de mala gana.

—Sabías perfectamente que era una excusa —intentó besarme, pero alejé su cara con mi mano.

Forcejeamos, el tratando de besarme y yo tratando de evitarlo.

El auto del chico estaba varado en medio de la nada, estacionados a la orilla de una carretera medianamente desierta; maldito sea el momento en que accedí a venir con este patán.

—¡Ya déjame en paz! —grité saliendo del vehículo.

Quería regresar a casa, pero seguro que este idiota no me llevaría, por lo menos no hasta que consiguiera lo que quería de mí, y yo no estaba dispuesta a entregárselo.

Escuché el motor de una motocicleta sonar en la lejanía, es mi oportunidad, le pediré un aventón.

—¡Hey! ¡Detente! —alcé la voz agitando mis brazos de un lado a otro para que el conductor me viera.

—¡Jennie, vuelve al auto! —chilló Minho desde el asiento piloto de su coche —¿Estás loca? Ese sujeto puede matarte —comenzó a caminar hacia mí.

El motociclista redujo su velocidad hasta detenerse frente a nosotros.

—Aléjate de mí —avancé dejando a Minho atrás.

Cuando estaba más cerca de aquel extraño me cuestioné si realmente era buena idea subirme a su moto, un poco de razón llevaba Minho, el podría hacerme daño también.

—Tú no te vas a ningún lado —sentí un fuerte tirón de mi hombro.

Eso me había lastimado, la zona me quedó punzando de dolor.

—¿Qué eres sordo e imbécil? Te ha dicho que la dejes —la persona bajó de la moto quitándose el casco.

Para mi sorpresa, se trataba de una hermosa y alta chica. Su cabello cayó adornando su espalda y luciendo impecable, como si no hubiera estado atrapado dentro de aquel casco azul.

—No te metas, estúpida —Minho se fue a confrontarla —Jennie, te vienes conmigo —sujetó mi muñeca.

—Una mierda se va contigo.

Lo siguiente que vi fue a la mujer soltándole un puñetazo en la cara a Minho, haciéndolo retroceder y retorcerse por el ardor del golpe.

—Sube, sube, sube —me apresuró la rubia.

Subí a su vehículo un poco impactada por la situación. Rápidamente dejamos a Minho maldiciendo y gritando cuantos insultos se le vinieran a la cabeza. Al pobre le quedaría la nariz hinchada por unas semanas, pero se lo merecía.

Me agarré con fuerza al torso de la conductora, quien me pasó el casco que antes estaba utilizando.

Entramos a la ciudad, hace poco que habíamos pasado el viejo y desgastado letrero de bienvenida.

La chica se detuvo en una tienda de conveniencia. Me solté de su cuerpo.

—Voy a comprar algo, no me tardo.

Me quité el casco al tiempo que la vi entrar en la tienda.

Al cabo de unos minutos salió con una gran bolsa de papel.

—Solo aquí venden unas galletas y cervezas maravillosas —sonrió felizmente —Compré dos porciones, podrías venir a mi casa —me propuso.

—Claro, porque no —acepté.

A Little Bit Of Jenlisa - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora