Almas gemelas

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POV Jennie.

Tengo este sueño constante en donde estoy en el centro de un campo abierto; a varios kilómetros, muchos kilómetros lejos de mí, hay un muro de árboles espesos que lo rodean. Tendida boca abajo, con los ojos cerrados y mi mejilla descansando sobre mis brazos cruzados bajo mi cabeza siento las corrientes ligeras de aire chocar en mi rostro. A lo lejos una suave melodía resuena, el viento arrastra las vibraciones del sonido, una dulce voz tararea una canción que desconozco, pero es agradable, quiero seguir escuchando.

Intento abrir los ojos, pero mi cuerpo y mente están tan relajados que simplemente no puedo. El canturreo continua, se acerca. La fricción contra el pasto me avisa que alguien viene, sus pasos son lentos, no tiene prisa.

Es una chica, lo deduzco por el agudo timbre de su voz.

Ella se inclina, sus largos dedos acarician mi cuello removiendo mi oscuro cabello, desciende por mi espalda y se encuentra con los botones que ajustan el vestido verde salvia que llevo puesto, desabrocha uno por uno, me hace cosquillas y envía una corriente eléctrica por todo mi cuerpo, me hace estremecer. Una vez descubierta mi espalda sus labios rozan mi piel, es el paraíso de las sensaciones. Estira sus manos y alcanza los tirantes del vestido, desliza la prenda con calma, quiere verme agonizar; la mitad de su cuerpo está sobre el mío, su rodilla se sitúa entre mis piernas.

Quiero verla.

Giro mi torso y posteriormente mi tren inferior, ella se sienta a horcajadas sobre mi pelvis. Muevo mis brazos y toco su rostro, sus mejillas son suaves y sus labios carnosos.

Abro los ojos y me encuentro dando caricias al aire. No hay nadie, solo yo, pero no estoy más en un pastizal, ahora no veo más que oscuridad, estoy sentada en medio del escenario de un auditorio vistiendo un elegante traje negro. Un reflector se enciende delante de mí, ahí está, sé que es ella; posada sobre un enorme piano me mira fijamente, por fin puedo ver su rostro, me gusta lo que veo.

Sus labios se mueven, está diciendo algo, pero no soy capaz de escucharla. Mueve su dedo índice indicándome que vaya hacia ella, mis piernas obedecen a sus órdenes; la tengo tan cerca, me pierdo en sus ojos mientras que ella mira mis labios.

—Bésame —susurro expresando todo mi deseo.

Ella baja del gigantesco instrumento musical y sube sus manos hasta mis hombros, afloja el nudo de mi corbata y desarregla mi camisa. No me resisto, la empujo contra el piano atacando su cuello con mi boca.

—Jennie —jadea inclinando su cabeza hacia atrás.

Está a mi disposición. Sus manos aprietan la tela de mi ropa, le gusta lo que hago.

—Jennie —vuelve a decir mi nombre. Esta vez me mira a los ojos y atrapa mi rostro entre sus manos —Despierta —dice.

—¿Qué? —pregunto confundida.

Lentamente se desvanece dejándome sola una vez más. Busco por todos lados, se ha marchado, no sé a donde.

El molesto pitido de una alarma termina con mi descanso.

—¡Jennie, despierta joder, tienes que ir a la iglesia! —mi madre gritando me provoca dolor de cabeza.

—Ya voy, no grites —digo sentándome en la cama.

—Casi veinte años, Ruby, y tengo que seguir llamándote por las mañanas —me reclama y sale dando un portazo a mi habitación.

Mandamiento de la iglesia número ocho; no darás falso testimonio ni mentiras. Madre acaba de romperlo, recién cumplí dieciocho.

A Little Bit Of Jenlisa - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora