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xSouh

Renacimiento

Parte II de Huevos para el Desayuno

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Sus piernas se movieron inquietas bajo el escritorio, tambaleándose en un ritmo continuo que pondría de nervios a cualquiera solo de estar escuchando el molesto ruido que creaba cada que el tacón de su sandalia ninja chocaba contra el suelo. Y no solo eso, la lapicera que bailaba entre sus dedos era otra prueba de lo divagante que estaba esa mañana la pelirosa, impidiéndole avanzar en el informe que tenía que entregar esa tarde.

La razón era simple: Shinachiku.

Su pequeño bebé de un mes de vida ahora estaba al cuidado de su mejor amiga.

Y no es que no confiara en la rubia, aunque podía aceptar fácilmente que prefería mantener a su hijo alejado de Sai. Pero Naruto tenía una reunión con Kakashi y los jefes de clanes, Sasuke estaba en una misión y ella tenía varias cirugías programadas durante la mañana y un largo informe que redactar, lo que dejó al pequeño rubio al cuidado de la siempre dispuesta tía Ino, niñera a su servicio.

―¿Se encuentra bien, Sakura-san? ―le preguntó uno de sus compañeros, viéndola quebrar la punta de la pluma por tercera vez en la mañana, el pobre escritorio tendría marcas de seguir así.

―¿Ehh? ―respondió, sin saber muy bien cuál había sido la pregunta.

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―Sai. ―lo llamó Ino, haciendo que su vista se despegara de las hojas de dibujo que tenía en la mano.

―¿Si? ―preguntó, sintiendo extraña la pregunta de su novia, que durante toda la mañana solo se había encargado de mimar a la pequeña copia de Naruto con los ojos de La Fea, sin prestarle mucha atención a él.

―Quiero un bebé. ― le dijo, y no fue una pregunta.

―hmm... ―asintió Sai, sabiendo que era normal que las mujeres en edad reproductiva, como Ino, tuvieran deseos de tener hijos posterior a que una mujer cercana a ellas tuviera un bebé.

―Y será más hermoso que tu, Shina-kun. ―sonrió, presionando de forma cariñosa las mejillas del pequeño Uzumaki-Uchiha. ―Porque yo seré su mamá y Sai-chan el papá, y así podrán jugar juntos.

―Necesito ir por unas cosas antes. ―habló el pelinegro, y si Ino no hubiera visto el dibujo a medio terminar en la libreta que su novio dejó, podría pensar que estaba huyendo, pero la imagen de una rubia con una gran sonrisa y ojos brillosos llenaba la pagina, abrazando a un pequeño niño de cabellos negros y ojos claros. 

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