Renacimiento

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Renacimiento

Parte II: Huevos para el Desayuno

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En mundo de los sueños de Shinachiku incluía muchos shurikens siendo lanzados a seres imaginarios que se asemejaban más a animales de felpa de colores violeta y tinto que monstruos reales.

Él corría, saltando entre los árboles para darles alcance cuando algo perturbó su noche, no quería dejar de jugar en el bosque, pero sea lo que sea que quisiera sacarlo de ahí, parecía ganar la batalla.

―Shikachiku, despierta. ―Pidió Sasuke, tomando al pequeño en brazos para salir por la ventana a toda velocidad rumbo al hospital.

―¿Qué sucede? ―quiso saber, sintiendo como la brisa fresca de la noche se filtraba por su pijama.

―Los gemelos van a nacer ya. ― informó su padre.

―Pero quiero seguir durmiendo. ―se quejó el niño, sin procesar completamente lo que le decían.

―Llegando te llevaré a la oficina de tu madre para que puedas seguir descansando. ―prometió el Uchiha, y cumplió. Le hubiera encantado dejar al pequeño, pero no hubo nadie que lo pudiera cuidar en casa.

Naruto se había encargado de llevar a Sakura al hospital media hora antes cuando los dolores comenzaron a ser constantes y mucho más duraderos que solo molestias en su espalda, Ino y Tsunade, quienes se iban a encargar del parto doble y el cuidado de los bebés ya estaban listas para cuando el rubio llegó con su esposa.

Los gritos y quejas del parto, seguido por el llanto de dos pequeños bebés no llegaron hasta la oficina del director del hospital, donde el Uzumaki-Uchiha dormía plácidamente acostado en un sofá y arropado con una cobija azul marino con estampado de bandas ninjas de la aldea.

Fue la luz de la mañana quien lo despertó de nuevo, se sintió perdido al principio, no recordando haberse quedado dormido ahí, de hecho, estaba seguro que se había acostado en su suave cama después de cenar cereal con galletas en forma de shurikens. Se bajó del sofá de un salto, llevando consigo la manta para cubrirlo.

No había nadie en la habitación, por lo que fue a la puerta, empezando a caminar por los pasillos que ya conocía de memoria.

―¡Buenos días, Shina-kun! ―lo saludó una de las enfermeras. ―¡Felicidades por tus nuevos hermanos! ¡Son preciosos!

―¿Ya nacieron? ― preguntó sorprendido, dejando caer la cobija a la que se había estado aferrando. ―¿Dónde están?

―Sakura-sama está en una de las habitaciones del cuarto piso, la que veas que tiene globos, flores y regalos suficientes para hacer flotar la cama, esa es. ―rio divertida la señora, pasando su mano por los cabellos rubios que esa mañana parecen desafiar a la gravedad.

―¡Gracias, Tomoka-san! ―gritó emocionado, iniciando una carrera hacia las escaleras para buscar a su madre.

―¡Recuerda que no debes correr por los pasillos! ―lo regañó, pero el niño pareció ignorar su consejo, pues no disminuyó su marcha, perdiéndose escaleras abajo.

Y vaya que la señora no mintió, ni siquiera necesitó preguntarle a alguien más por la ubicación de su madre, desde afuera podría ver como globos intentaban escapar del cuarto, flores y recuerdos de felicitaciones y buenos deseos llenaban el pasillo, haciendo que el pecho y las mejillas del menor se calentaran, ¡Todos ahí parecían amar a su madre!

Definitivo el quería ser como ella cuando fuera grande.

Cruzó la puerta, encontrándose con su tía Ino y Tsunade adentro, también estaban sus padres, rodeando protectoramente la cama donde estaba su mamá con dos pequeños bultitos en sus brazos.

―Buenos días, Shina-kun. ―lo saludó la pelirosa con una sonrisa cansada en su cara.

―Buenos días... ―respondió, sin despegar sus ojos de los dos bebés cubiertos de felpa.

―Acércate a conocer a Itachi y Minato.