La Felicita in Mano

3. ¡Princesos... A la fuga!

Blue: holiwis personas ^^ adivinad a qué juego estoy jugando en el portátil... al hetaoni :D

Owen: 0.0U ¿cómo puedes jugar a eso? Ni siquiera lo han terminado

Blue: ya... pero la historia del juego es genial, es de las pocas historias gore que me gustan así que... xD

Owen: -.-" que mal...

Blue: en fin, en vez de contar mi vida, os voy a mostrar el capítulo, pero antes, el disclamer: El mundo, digo, Hetalia no me pertenece sino al presidente de Estados Unidos, digo Kidekaz Himayura... pero en serio, quien es el presi de América, domina al mundo... (excepto a Rusia y poco más... )

Había caído la noche y Matt abrió los ojos sintiendo que algo salía de su interior. Entonces fue cuando lo recordó todo. Había caído en la red del deseo unas horas antes, excediéndose y pidiendo cada vez más hasta que el cuerpo no lo soportó más. La víctima de aquella lujuria había sido Francis que, a decir verdad, estaba muy satisfecho al haber podido liberar toda la tensión sexual que tenía dentro desde que se enamoró de Matthew, pues sí, lo habían hecho más veces, unas cuantas..., pero hasta ahora, todas habían sido dulces y cuidadosas, esta sin embargo, tuvo una pasión sin límites. Matthew se vio envuelto por los brazos de Francis y por su cuerpo, como si él se tratara de una almohada a la que dormir abrazado, aunque la diferencia era que Francis estaba despierto.

-F-Francis... -tartamudeó el canadiense ruborizado.

-¿Ocurre algo mon cher?, ¿me pasé contigo?, ¿te hice daño? -preguntó rápidamente el francés con una clara señal de preocupación en su tono de voz.

-No, estoy bien, en serio, me encantó... -un ligero movimiento le hizo cambiar de opinión-, vale, un poco la cadera.

-No volveré a hacerlo tan fuerte lo prometo -dijo hundiendo su cabeza en el pelo de Matthew. En ese momento Matthew se puso un poco triste, no le gustaba el ver a Francis tan decepcionado consigo mismo... y tampoco le gustó la idea de saber que no volverá a experimentar el sexo duro con él, hay que decirlo, cuando a alguien inocente le quitas la inocencia, su mente puede volverse más sucia que la tuya, aunque claro, sin sospecha. Matt miró a la ventana, el sol ya se había ido hace ya un rato y ya era de noche, pero lo que se refiere a noche en realidad es a una oscuridad total, con alguna que otra estrella.

-Oh Dios, parece que es realmente tarde -afirmó Matthew.

-Sí, ¿qué hora es? -el mismo Francis se respondió al ver su reloj y viendo que eran las 21:00.

-Tengo que irme, ya mismo es el toque de queda.

-Pero si falta mediahora -dijo Francis haciendo un puchero.

-Ya, pero de aquí a mi cuarto hay un trecho y me pillarán en mitad del pasillo -se acercó de nuevo a Francis-. ¿M-mañana puedo verte? -el francés sonrió con dulzura y asintió con la cabeza cerrando sus ojos un momento. Matthew le dio un suave beso y cogió sus ropas para ponérselas lo más rápido posible y marcharse. Francis lo observó sonriendo bobamente y vio que se fue, despidiéndose con un simple "adiós", que lo dijo de manera dulce y cariñosa. Francis se tumbó, en la cama con los brazos en cruz y soltando el suspiró más alto, plancentero y largo de su vida.

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║ En la habitación de Arthur...✯║

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Arthur en ese momento estaba ordenando un poco la habitación porque Feliks iba a llegar de un momento a otro. Los profesores se pondrían a vigilar los pasillos a eso de las nueve y media, y a las diez, por fin, podrían salir los dos junto con el resto de los Princesos a pasar una noche alucinante, donde solo ellos podrían divertirse. Miró por un momento debajo de la cama, la caja con la botella estaba ahí escondida y esperaba que Feliks no supiera de su existencia, y si era posible, que tampoco fisgoneara por la habitación, algo difícil cuando ese polaco curioso está en territorio desconocido. Alguien llamó a la puerta. Arthur suspiró y abrió, era él. Llevaba puesto su chaquetón negro, con alguna incrustación rosa fucsia, unos pantalones color beis, como un rosa amarillento claro, y unos botines rosas, los que mencionó por la mañana, también habría que señalar un pañuelo que llevaba consigo.