Capítulo 37. Castigo.

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Punto de vista del Narrador

Afuera del tribunal había una multitud sedienta de información sobre la sentencia del caso de Fernández. Luisita fue abalanzada por un mar de flashes apenas coloco sus pies afuera del lugar, recibiendo la atención de todos los periodistas y reporteros presentes.

"¿Qué pasará ahora que su marido que fue declarado culpable? ¿Usted asumirá el negocio?"

"¿Sra Fernández, es cierto que su matrimonio acabó?"

"¿Es su marido culpable de lo que sucedió?"

-¡Retírense todos! – Exclamó uno de los guardias de seguridad. - ¡Déjenla pasar!

La rubia fue conducida entre el aglomerado grupo de personas que disputaban por el mejor ángulo. Ellos querían grabar cada detalle del tema que se apoderó de las noticias de Nueva York. Con cierta dificultad, logró reunirse con Nieves, con la que siguió su camino hacia el Rolls-Royce estacionado en frente.

"¿Sra. Fernández, usted será la presidenta de la empresa Fernández?"

-Ella no tiene nada que declarar por el momento, respeten. - Nieves respondió firmemente.

Ambas mujeres entraron al coche de lujo, dejando de lado el salvajismo de los fotógrafos.

-¡Cielos! ¿Eres famosa, y yo no sabía? – Exclamó sin aliento.

Luisita se rió un poco nerviosa.

-¡Famosa por ser la esposa de un criminal! En fin, salgamos de acá, por favor.

El chófer asintió con la cabeza brevemente y entonces comenzó su camino fuera del tribunal.

-No pude ver a Amelia después que salí de la sala. Estoy preocupada.

Nieves, que miraba el paisaje exterior, sólo sonrió. La castaña había aceptado que la agente no estaba nada mal en la vida de Luisita, por el contrario, ya había tenido evidencia de la fidelidad de Amelia en sus sentimientos con respecto a su amiga y eso le daba mucho gusto.

-Tu agente estaba en frente. No querrías que las vieran juntas, ¿verdad? -Susurro Nieves.

-No, claro no. -Respondió un tanto pensativa.

-¿Qué pasó? – Preguntó la castaña con una mirada curiosa.

-No puedo creer que esto realmente sucedió. ¿me entiendes?

-Pero pasó y resultó todo bien, Luisita. -Respondió la joven, entrelazando sus dedos a los de su amiga. - Lo hicimos.

Después de un trayecto tranquilo, ambas llegaron a la mansión Fernández. El chófer estacionó frente a la entrada principal, bajándose del auto para abrir la puerta a las mujeres, que inmediatamente salieron del vehículo.

-Estas libre todo el resto de la semana.

-Pero, señora...-resistió el hombre no entendiendo.

-¡Disfruta! Todos están libres. Planeo hacer un viaje, así que no necesito a los empleados aquí.

El hombre asintió y sonrió brevemente.

-Siento lo ocurrido, señora. Espero que todo salga bien. – Dijo en un tono suave.

-No te preocupes, estoy bien.

-De acuerdo, permiso.

Tan pronto el hombre se alejó, Nieves y Luisita entraron al interior de la mansión. Ahora aquella casa le parecía demasiado grande, tal vez fue la ausencia de empleados que circulaban por todas partes, o incluso hasta el mismo Sebastián, que nunca más volvería estar ahí.

Jaque MateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora