Capítulo 31

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Hace algún tiempo, me pidieron hacer una serie de lecturas para los trabajos del cole, y uno de los libros que se encontraba en la lista era "El diario de Ana Frank". Recuerdo que fue un libro que me impactó mucho, pero sobre todo, se quedó clavada en mi memoria una frase: "Los muertos reciben más flores que los vivos porque el remordimiento es más fuerte que la gratitud".

Y sí que es verdad, porque en aquel momento mi remordimiento rebasaba cualquier otro sentimiento. Ojalá le hubiera hablado por última vez, ojalá la hubiera abrazado por última vez, ojalá le hubiera dicho que la quería, que no importaba todo lo que había sucedido, que aunque estuviera enfadada mi cariño por ella seguiría intacto. Y eso, el no haberlo hecho, jamás me lo voy a perdonar.

4 DÍAS ANTES

– ¡Nooo! –grité y comencé a correr.

Al escuchar mi voz, vi como Joshua detuvo automáticamente lo que estaba haciendo y dio un paso atrás. Yo continué corriendo hasta llegar a él, y justo como había pensado, un cuerpo yacía delante de sus pies.

Ese cuerpo, era el de Alice...

Me tiré de rodillas al suelo y comencé a llorar con desesperación mientras intentaba moverla cerca de mí. Pero no podía, me sentía débil, mi corazón luchaba por no aceptar lo que mis ojos estaban viendo.

– Alice, ¿me escuchas? ¿Puedes oírme? Ya dime algo, ¿quieres? –seguía llamándola e intentando que despertara, sin pensar que ya no valía la pena– ¿Alice? ¡Alice! ¡Dime algo, joder! ¡No puedes morir! ¡No así, no ahora! ¡Alice!

– Ana, ¿qué...? –sentí la voz de Jacob detrás de mí pero sabía que no estaba solo– ¿Qué está pasando aquí?

Nadie respondió. Yo seguía llorando y Joshua continuaba allí parado sin moverse un centímetro, aunque su mirada estaba clavada en mí. Bella se agachó a un lado con las manos temblorosas, ni siquiera podía articular una palabra.

Una adrenalina enorme me sobrecogió y en el momento en que me puse en pié, caminé con furia hacia Joshua y comencé a golpearlo con toda la rabia que tenía y que iba aumentando por cada segundo que pasaba. Él seguía observándome con los ojos bien abiertos, como alguien que acaba de ser atrapado. Pero no decía nada ni se quejaba por los golpes, ni siquiera intentaba esquivarlos. Hubiera preferido que hiciera o dijera algo, no sé, lo que sea, me daba igual. Al menos que se riéra con maldad o que nos matara a todos y acabara con eso de una vez, pero no hacía absolutamente nada. Y eso me daba más deseos de seguir golpeándolo.

– ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿Qué clase de monstruo eres?! ¡¿Eh?! ¡Respóndeme!

– Vámonos Ana, déjalo –me pidió Jacob usando todo su autocontrol.

– ¡Confiaba en tí, canalla! ¡Por tí no la escuché nunca! ¡Por defenderte a tí terminé discutiendo con mi mejor amiga...! ¡Suéltame! –le grité a Jacob que intentaba alejarme de él– ¡Te odio! ¡Te odio con todo mi ser! ¡Las últimas palabras que le dije a Alice no se las merecía! ¡Todo es tu culpa! ¡Ni siquiera pude despedirme!

– Jacob –le susurró Bella con la voz entrecortada– Saquémosla de aquí.

– ¡Asesino! ¡Te odio! –le gritaba mientras Jacob me cargaba en peso y me llevaba del otro lado– ¡No sabes cuánto me arrepiento de haberte conocido! ¡Me arrepiento de haberte querido! ¡Te odio!

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