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Goodbye Jacob Black

El silencio qué reinaba en la Push no era uno cualquiera, era espeluznante porque de un momento a otro se escuchaban los alaridos de Jacob desde dentro de su casa

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El silencio qué reinaba en la Push no era uno cualquiera, era espeluznante porque de un momento a otro se escuchaban los alaridos de Jacob desde dentro de su casa.

El doctor Carlisle Cullen había resuelto que tenía que volver a romper todos los huesos de Jake para que pudieran sanar como debían.

Cada vez que él gritaba, toda la manada se erizaba; Billy Black apretaba con fuerzas las agarraderas de su silla de ruedas y yo me aferraba a Emmett como si mi vida dependiera de ello.

Jamás creí que volvería a sentir alguna clase de sentimiento o emoción por Jacob, pero su dolor lo estaba sintiendo como si fuera mío o quizás solamente se debía a alguna conexión que teníamos siendo parte de una manada porque veo al resto de los integrantes y observo su sufrimiento igual que el mío.

O eso quería creer.

Después de un interminable tiempo, el doctor salió; todos esperamos por su voz, hasta creí que había quedado mudo.

Él estará bien afirmó el doctor haciendo que todos suspiráramos.

Yo ya lo teníarepitió Leah, como ya lo había hecho una y otra vez desde que llegamos.

¡Ya basta Leah! le gritó Paul y no tuve fuerzas para detenerlo porque el dolor era más fuerte que las ganas de defender a mi hermana.

Ha pedido verte dijo de pronto el doctor y creí que le decía a Bella, que no se había despegado tampoco de ahí; ni siquiera tuvo la decencia de traer a Edward para que le hiciera compañía, si es que era su pareja.

Pero el doctor me veía a mí, no a ella.

Dudé por un momento; miré a Emmett y él asintió. Después de tomar el suficiente valor, decidí entrar, no sin antes tocarle el hombro con cariño a Billy como diciendo "no tardaré y dejaré a tu hijo solo para ti".

La casa estaba casi oscuras. Si no hubiera pasado la mayor parte de mi niñez en este lugar, quizá ya me hubiera tropezado, pero me dirigí directo al cuarto de Jacob. Había una luz tenue que apenas se le iluminaba el rostro repleto de sudor. Estaba recostado en su cama, cubierto de vendas, las que probablemente el doctor Cullen le puso para que sus huesos sanarán correctamente. Abrió los ojos en cuanto me escuchó; intentó sonreír en medio de una mueca e hizo el inútil esfuerzo por enderezarse.

— No, no hagas eso— le reprendo dando largas zancadas para acercarme y tratar de detenerlo sin lastimarlo—. Lo único que lograrás es lastimarte más.

— Bien— soltó casi sin aliento, reacomodándose en la cama.

Y volvió el silencio. Podía sentir su deseo de decir algo pero, al mismo tiempo, parecía querer extender la agonía del momento estando juntos. Y yo sabía que no podría soportar mucho aquello.

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