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No empieces ahora

No llegué a casa. Aunque hubiera querido, Jacob no me dejó hacerlo: al parecer quiere ser el primero en hablar conmigo, antes de que me escape. Realmente no me sentía cómoda con la idea de enfrentarlo, igual que mis sentimientos por él, opacados ahora por lo que Emmett me hace sentir, pero por el bien de los tres, ya era momento de dejar a un lado mis temores y hablar de frente, con la verdad, antes de causar alguna clase de irreparable daño.

Jacob vuelve, luego de haberse ido a buscar ropa entre los árboles cercanos a la playa; yo lo esperé sentada en un tronco, un poco alejado del agua, pensando un sinfín de posibles diálogos que podrían surgir entre nosotros. Ninguno me tranquilizó.

— Hola— dice cuando se sienta a mi lado; con ello sólo puedo asegurar de que está tan ansioso como yo. Se queda viendo un buen rato hacia el agua, poniéndome a temblar, o al menos así parece que se manifiesta mi inestabilidad.

— Supongo que tienes mucho que decir pero no sabes por dónde empezar— le digo, sonando bastante calmada para cómo está mi interior. Él se encoge de hombros, sólo por un instante, para luego mirarme.

— ¿De verdad estás imprimada de ese chupasangre?

— Emmett— le corrijo y él hace ademán de que no es importante aquello.

— ¿Lo estás?

— Sí.

— ¿Cómo lo sabes que lo estás?

Escuchar el tono en que lo pregunta hace que lo miré con el ceño fruncido.

— No lo estoy inventando, si eso es lo que crees— le advierto.

— Yo no dije eso— dice, formando una media sonrisa burlesca.

— A otro perro con ese hueso, Black.

— Cuando usas ese tono es porque estás enojada— afirma—, aunque esta vez no sé el por qué.

Suelto una risa sarcástica, sin gracia.

— Deja de cuestionar mis sentimientos y verás cómo el enojo desaparece.

— ¿Sentimientos? ¿Tienes sentimientos por esa garrapata?

Aprieto los dientes.

— ¡Su nombre es Emmett!

— ¡No me importa su maldito nombre!— replica igual de alterado que yo—. ¡Sólo responde la estúpida pregunta!

— ¡Sí los tengo!— le grito de vuelta, dejando pasar su manera de hablarme porque los dos cargamos con el mismo sentimiento.

Jacob aprieta sus manos, puestas sobre sus rodillas, y las mantiene de esa forma por tanto tiempo, con tanta fuerza, que veo cómo sus nudillos palidecen.

SolsticioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora