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Cosa de lobos

Tahla siente un mareo que la hace tambalearse un poco, teniendo esa sensación como la primera vez que se paró en la orilla del acantilado para saltar al agua, solo que en esta ocasión estaba de pie, en tierra firme, y con la necesidad de no estar ...

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Tahla siente un mareo que la hace tambalearse un poco, teniendo esa sensación como la primera vez que se paró en la orilla del acantilado para saltar al agua, solo que en esta ocasión estaba de pie, en tierra firme, y con la necesidad de no estar vulnerable en presencia del Frío.

El Frío.

Él es el que la ha proyectado lejos, a otra realidad, ¿decir eso era lo correcto?

Tuvo que cerrar los ojos, no había otra manera en la cual pudiera mantenerse firme sin que el mareo la venciera ya que su mente se llenó, de pronto, de una infinidad de imágenes, las cuales sabía que no podía clasificar como recuerdos pero extrañamente se sentían de esa manera, como si fueran memorias de eventos que aún no sucedían, como si pudiera ver el futuro.

— ¿Estás bien?

Alcanzó a percibir una lejana voz, un repiqueteo suave de campanas que relajó sus extremidades, pero que no aminoró el torbellino en su mente.

Tuvo que concentrarse. Si las imágenes la habían invadido, era por alguna razón, así que absorbió aquello para poder ver cada figura y entender aquello.

— ¡Corre Tahla! El agua está deliciosa.

El Frío estaba ahí, metido en las aguas de alguna playa, y brillando bajo los rayos del sol. Y ella misma se vio en aquella escena, sentada sobre la pálida arena en tanto negaba con su cabeza, sonriendo despreocupadamente. ¿Ella estaba, ahí, sola, con el Frío? ¿Pero cómo podría pasar eso? Él salió rápidamente del agua, quedando a solo un par de pasos de ella. Pudo admirar su torso desnudo, fuerte, pálido y brillante. La Tahla que estaba con él, admiró al chupasangre, lo deseó, pero la loba del presente se estremeció por la confianza que había entre ellos.

— ¿Qué vas a hacer, obligarme?

— Por supuesto.

El Frío la ha tomado entre sus brazos pero su lucha no es porque él la esté tocando sino porque no quiere entrar al agua. A ella no le importa su cercanía sino que, incluso, siente como se le eriza la piel ante su tacto, queriendo más de aquello.

¿Eso siquiera podía ser posible?

Un nuevo torbellino da paso a otra escena.

Un paraje lleno de flores rojizas los rodea. Sí, siguen juntos, recostados sobre la hierba y riendo porque las formas en las nubes no son lo que el Frío piensa. Modifica de manera tan graciosa la realidad que Tahla percibe en ellas, que la loba no puede dejar de reír a pesar de que ya ha comenzado a dolerle el estomago.

— ¡Eso no tiene forma de excusado!— logra decir Tahla en medio de la risa, haciendo que el Frío suelte una enorme carcajada. A Tahla le gusta tanto ese sonido que se abalanza sobre de él. El chico se detiene, sin comprender el por qué de aquel cambio. Ella puede leer sus pensamientos, bueno, porque ha aprendido a comprender sus expresiones—. ¿Qué has hecho para que te quiera tanto?

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