7

1.8K 148 33
                                    

7

La fiesta

La casa Cullen era todo menos lo que esperaba al pensar en el hogar de una familia entera de vampiros, y eso que sólo la estaba viendo por fuera

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La casa Cullen era todo menos lo que esperaba al pensar en el hogar de una familia entera de vampiros, y eso que sólo la estaba viendo por fuera. Aún no regresaba a mi forma humana porque ser un lobo frente a todos ellos era lo que aún me mantenía segura, o eso era lo que me hacía sentir mi lobo interior.

— No te haremos daño— ese es Edward; ha salido de la iluminada casa, en compañía de Bella. Mi lomo se eriza, sin poder evitarlo, al ver a la chica que más he odiado en los últimos tiempos—, y espero que tú tampoco a nosotros.

— No prometo nada.

A pesar de la amenaza y el gruñido que salió desde el fondo de mí, Edward río como si le hubiera contado algún chiste. Aquello me confundió.

— ¿Ya te ha amenazado?

Cuando miro a Emmett, este tiene una sonrisa de lado a lado.

— ¿Qué es tan gracioso?

— Ella pregunta qué es tan divertido para ti.

— ¿Acaso lees mi mente?

— Sí.

— ¡Por Dios! ¿Entonces lo sabes?

— ¿Saber qué?

— El motivo por el que estoy aquí.

— Aún no.

— ¿Pueden dejar de hablar entre ustedes?— espeta Emmett. La sonrisa en sus labios se ha borrado y ahora luce completamente molesto, como un niño enfurruñado al que no han admitido en el mismo grupo de amigos.

— Sería más fácil, para todos, que ella vuelva a su forma humana— dice una vampira, delgada, de la misma piel pálida pero resaltando aún más por lo oscuro de su cabello, muy corto, y peinado muy a la moda, como las hermosas actrices de Hollywood, aunque aquellas de seguro envidiarían la belleza sobrenatural de la vampira, en especial por sus finos rasgos y esos enormes y expresivos ojos dorados.

— No puedo. No tengo ropa.

— Dice que no tiene ropa.

— Ese no es ningún problema— dice la pequeña vampira con mucho ánimo—. Rosalie o yo podemos prestarte algún cambio.

Me estremecí un poco al pensar en que olería a chupasangre. La nariz me picó de solo pensarlo porque, bueno, ahora podía olerlos pero el aroma de Emmett era bueno y eso me mantenía tranquila, como si no tuviera ninguna alergia a pesar de que una enorme cantidad de polvo volara a mi alrededor.

— Tengo una mejor idea. Ahora vuelvo.

Edward desapareció solo un instante. Pude seguirlo hasta que subió las escaleras, ya que, lo demás se perdía desde mi posición. Y no tardó nada para ya tenerlo frente a mí, extendiendo unas prendas y poniéndolas justo enfrente de mi nariz. Olían a chocolate, a.. ¡olían a Emmett!

SolsticioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora