Capítulo 16: Café a media noche.

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La tarde pasó muy tranquila. Luego de que ambas chicas hablaran, Leah se fue a una guardia junto a Paul y Michael.

Marlene se levanto de la cama y limpió la herida como el médico le había recomendado. Después fue a la cocina y se puso a hornear unos pastelillos para cuando los chicos volvieran de la guardia más tarde. El día estaba nublado, pero ya no llovía ni hacia tanto frío, era un día lindo dentro de lo que cabe.

Los primeros en llegar fueron, Seth, Embry y Quil, este último estaba muy feliz de formar parte de la manada. Los dos primeros fueron a la cocina a ver si la chica necesitaba ayuda, y casi mueren de ternura al verla con un delantal blanco con flores, decorando los pastelillos con chocolates y coco.

—Hola, Lene. ¿Necesitas ayuda?.—Preguntó Embry.

—Lleven las tazas a la mesa, y la fuente esta.—Señalo una que estaba en la barra.—Ahora les llevare el té.

Los chicos llevaron lo que se les pidió, y se sentaron junto a Quil en la mesa. Los tres hablaban y bromeaban entre ellos. Luego llegaron, Leah, Paul y Jared, quienes se sentaron en la mesa a excepción de la chica que fue a ayudar a su amiga.

—Llevo esto.—Dijo Leah, tomando la olla donde estaba el té. Marlene tomó una taza para ella, y ambas fueron a la mesa con los demás.

—Quil, no pudimos presentarte antes, pero ella es nuestra mamá, Lene.—Presento Jared, con una sonrisa a la chica que acababa de entrar.—Él es el nuevo lobito.

—Mucho gusto, Quil. Soy Marlene, pero los chicos me dicen Lene.—Saludó la azabache con una sonrisa.

—Quil Ateara V.—Dijo el muchacho con timidez.

—¿V?.—Preguntó ella desconcertada.

—Es tradición el poner el nombre 'Quil' al primogénito.—Respondió Quil, elevando los hombros.

—¿Y si es niña?... Sería, ¿Quila?.—Preguntó Seth, confundido.

Todos comenzaron a reír y a molestar a Quil, diciéndole Quila. Marlene reía, pero a su vez miraba al bosque con la esperanza de ver a Sam, Leah lo noto y se acercó a ella.

—Tranquila, ya vendrá, fue a hablar con los ancianos acerca de una fogata para la bienvenida de nosotros, los nuevos.—Susurró la loba en el oído a la chica, la cual asintió lentamente y ambas volvieron a la conversación.

Al llegar la noche, los chicos comían como desesperados los pollos fritos que habían hecho Embry y Marlene, mientras hablaban con la boca llena y eran regañados por la humana

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Al llegar la noche, los chicos comían como desesperados los pollos fritos que habían hecho Embry y Marlene, mientras hablaban con la boca llena y eran regañados por la humana.

—Lamentamos la demora.—Dijo Michael, al llegar a la casa junto a Sam.—A los ancianos les gusta hablar.—Se quejo, y tomo asiento junto a Embry y Quil.

Sam tomó asiento junto Jared y Paul, comiendo en silencio. La cena transcurrió lentamente y muy hablada por los betas, los Imprimados se observaban de manera disimulada. Leah fue quien casi sacó a patadas a todos de la casa cuando notó las miradas en ellos, dejando confundidos a todos los lobos cuando los hecho de la casa de su Alfa.

Cuando finalmente quedaron solos, Marlene se levantó a la cocina a prepararse un café, ya era media noche, no debía tomar café pero cuando su ansiedad ganaba, debía tomar uno. Sam quedó sentado en el mismo lugar de la mesa donde estaba, pensando que ella lo estaba evitando. En cuanto ella volvió, finalmente se dignó a mirarla a los ojos, aumentando el nerviosismo de ella.

—Sam.—Llamó la chica, con timidez.

—¿Te duele?. ¿Quieres que me vaya?.—Preguntó él.

Marlene dejó la taza en la mesa y acercó una silla a la de él, pero este se alejó un poco, sacando un suspiro de frustración de ella.

—No me duele, y no quiero te vayas.—Respondió cansada.—Quiero hablar.

—¿De qué?.

—Quiero disculparme, no debí decir eso, fui grosera y egoísta.—Comenzó, mirándolo a los ojos.—No tenía derecho a decirlo, y lo siento.

—Yo debo disculparme, no tú.—Soltó seco. Ella negó y quiso hablar, pero él la interrumpió.—Mírate, yo hice eso, te lastime, Marlene. Soy un Monst...

—¡NO!.—Exclamó la joven.—No digas esa palabra, porque no lo eres, Sam.

—Sí lo soy, solo mírate.—Señaló el lugar donde estaba la herida.—Entiendo que me odies, yo hago lo mismo a mí.

—No te odio.—Susurró por lo bajo.—No lo hago. Si lo hiciera, no estaría aquí.—Razonó.—Sam, me preocupa el que estés fuera de la casa, el que me evites, el que ni siquiera me mires.—Dijo, buscando la mirada de él.—Te extraño. Te extrañé en el hospital, siempre te buscaba, los chicos me decían que estabas de guardia, pero sé que no era así.

—He ido al hospital, pero cuando despertabas, me iba.—Comentó.—Necesito tiempo, no quiero causarte más daño.—Se levanto de su asiento, y camino a la puerta.—No más del que ya te he hecho.—Dijo, para luego salir de la casa.

Marlene se levantó de la mesa y corrió a la puerta, con lágrimas en los ojos.

—¡Me lastima el que te alejes de mí, Sam!.—Gritó, mientras lo veía adentrarse al bosque.

Esa noche, Marlene West lloraba en la mesa de la cocina con un café que se enfriaba con el pasar del tiempo. Y su llanto aumentaba al oír un aullido de dolor, su corazón se estrujo al oírlo.

Quizás, debía darle tiempo, pero no sabía hasta cuándo.

ALPHA |1| S.UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora