En el alba

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¿Otra vez te estás maquillando para salir, querida?




Todavía me acuerdo la última vez; estabas tan en pedo que no podías mantenerte en pie con esos zapatos. No recordaste como llegaste a casa. Trastabillabas, le errabas al intentar meter la llave, te caiste dos veces en el pasillo de tu casa, tomaste casi un litro de agua y devoraste una empanada de la noche anterior antes de meterte en la cama. Al otro día tenías momentos borrosos y otros que directamente no recordabas, la resaca te partía la cabeza como si alguien te estuviera golpeando desde dentro.

Sin embargo, ahí vas otra vez. Te pones tu base y tu rimel, las pestañas postizas y ese labial rojo que resalta tus labios, el que no se corre. Resaltas tus mejillas con rubor y te pones unos aros grandes y ostentosos. El mejor vestido para ese cuerpo y para completar los zapatos de ensueño. Te planchas el pelo, te quitas esos hermosos rulos porque el liso es lo que gusta.

Te miras en el espejo, estas hermosa. Brillas bajo las luces frías de tu cuarto y brillaras bajo las estroboscópicas luces coloridas del boliche. Serás el centro de atención, tendrás una luz enfocándote todo el rato como si fueras la protagonista de una obra de teatro.

¡Eso es! ¡Muestra esa sonrisa, hasta que se marquen tus hoyuelos, hasta que te duelan los labios! ¡Más grande! ¡Así se hace! ¡Reluce esas perlas!

Preciosa.

Y es entonces cuando lloras.

Quiebras tu falsa realidad como deseas quebrar ese espejo. Lloras a mares y tus lágrimas corren el maquillaje, ensucian tu vestido, manchan tus zapatos y arruinan tu estabilidad. Flaqueas y caes al suelo, los zapatos duelen como si los hubieras usado toda la noche. Los arrojas con fuerza contra el armario y sueltas tu furia contenida en un grito desgarrado. 

Pero nadie oye hoy.

Vuelven a la luz tus ojeras, el rubor ya se fue y regresa tu pálida piel con sus granos y alergias; pero no te preocupes, estás tan roja que nadie puede verlas.

Te jalas el pelo, te clavas las uñas en los muslos

y desgarras.


Te partes 1, 2, 3, 4 uñas en el proceso. Tus piernas arden y la sangre gotea en el suelo. Te quitas ese vestido a los tirones, lo arruinaste para siempre. 

Desnuda frente al espejo te ves más vulnerable, diría que hermosa mas esos huesos se comieron la grasa.

Tomas una tijera, amenazas con cortar allí donde sabes que todo termina, sabes que puedes hacerlo, ves muy bien esos ríos azules y violetas en el desierto blanco de tu piel, solo tienes que descender la hoja y todo acabará.

Pero no lo haces.

Cortas tu cabello, mechón por mechón, cortes irregulares; algunos largos otros cortos, más arriba o más abajo, ya no importa. 

Quedas tirada en el piso de la ducha destruida. El agua corre sobre tu cuerpo débil y se mezcla con tus lagrimas, te gusta, porque así no puedes sentir el gusto salado cuando resbalan por tu rostro

Y ahora, tendida en la cama, la muñeca vestida de nuevo con su pijama. Miras el techo y al cielo exclamas: "los odio como me odio cuando no me tapa el ocio".

Un lugar para almacenarlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora