Caminábamos en la infinita gracilidad de la noche, caminábamos por el filo del cuchillo, ella aún más porque estaba descalza. Argentina no es un lugar seguro cuando el sol se esconde, ni siquiera en estas calles porteñas, las más seguras del país. Ella va descalza, los zapatos con plataforma colgando de su mano; antes, más temprano en la noche, en algún lugar de esta ciudad, los calzaba y me llegaba a los ojos y como bailaba, ahora, bastante por debajo pero con el andar grácil de una bailarina.
Su cabello corto y azabache que cuelga hasta la mitad de su cuello; su mirada refleja las farolas de Buenos Aires y es más hermosa allí. El vestido violeta que le cae por los muslos deja al descubierto sus delgadas piernas. Y yo que me siento un okupa con estos jeans viejos y esta camisa arrugada.
El alba está próximo a llegar, pero tenemos una hora más, aún, de oscuridad.
Y ella canta:—¿Sentiste alguna vez/ lo que es, tener, / el corazón roto?/ Sentiste los asuntos pendientes volver/ hasta volverte muy loco./ Si resulta que sí, / si podrás entender/ lo que me pasa a mí esta noche.
La observaba entonar la canción, no la conocía, pero ella se esforzaba porque yo me acordara.
—Ni idea, pero cantas re bien.
Sonrió un poco vergonzosa.
—Cuando lleguemos la voy a poner, no puede ser que no la conozcas.
—Te juro que no, pero podés seguir cantándomela.
Aclaró su garganta, delgada y esbelta. Continuó:
—Ella no va a volver y la pena comienza a crecer, adentro/ la moneda cayó por el lado de la soledad y el dolor.
Respondí con aplausos y ella se detuvo un momento para recibir la ovación del público como en una obra teatral.
—En fin, siempre viene bien escuchar algún género diferente luego de bailar.
—O puedes seguir bailando durante toda la noche —concluí.
—No soy de escuchar esa música que no sea dentro de ese antro. La música aturde demasiado y solo se puede escuchar el "punchi punchi".
—Ah, entonces me das la razón.
Ella Rio.
—Nunca dije que no la tuvieras, pero tu odio es muy irracional.
—¿En serio? Sos mujer, ¿de verdad no crees que estar ahí adentro es como estar expuesta al mercado de los hombres?
—Puede ser, pero también los hombres están expuestos a nosotras, ¿no? Después de todo, quien te sacó a bailar.
—Okay, sí, pero no lo hiciste tocándome el culo o insistiendo hasta la saciedad.
—Obviamente que no, eso lo hacen los hombres todo el tiempo, no importa si estas en un boliche o en la calle a las dos de la tarde, siempre piensan en cómo llevarte a la cama.
—Pero en el boliche…
—Sí, en el boliche estás más expuesta y lo toman como algo que tiene que pasar. Ellos piensan: "va a decir que sí."
—Pero…
Ella me miró desde lo bajo como si me odiara por haber leído su pensamiento, luego volvió a mirar hacia la calle que parecía no acabar nunca.
—Pero te acostumbras —sus ojos se perdían en la ciudad, buscaba respuestas en las paredes pintadas, en las luces, en los semáforos, en las ventanas de los edificios, en los árboles, los arbustos o el césped de la plaza a un costado, en los aleros y los autos estacionados y en los cruces de cebra o las vidrieras viejas—… deseas nunca acostumbrarte, pero lo hacés. Tenés que hacerlo, es algo con lo que vas a vivir toda tu vida.
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Un lugar para almacenarlos
PoetryCompilación de cuentos y poemas de lo que voy escribiendo en el año. No hay tal hilo que los una, solo es un lugar para almacenarlos.