Miro por la ventana y pienso en todas las palabras que se me han quedado atragantadas en la garganta. El paisaje se mueve rápido, 100kmh, un verde follaje de campo y árboles, árboles y campo, un bucle interminable que se repite a lo largo del camino, un círculo sin fin, un eterno paisaje infinito de nunca acabar, estoy segura que lo llevo viendo hace más de una hora. A veces hay vacas, ovejas, quizás gallinas y algún que otro caballo pero son un efímero momento de distracción del verdadero paisaje, y eso lo hace aún peor. Te mantiene atento a mirar y prestar atención a ver si en algún momento pasa algo nuevo, algo distinto, algo inesperado; alimenta tus esperanzas y tus ilusiones, te comes las uñas, se genera esa tan conocida emoción que crece dentro tuyo como un tumor. Cada vez más grande, cada vez más letal. Al final terminas sucumbiendo ante la monotemática del paisaje, a la rutina; campo, árboles, árboles, campo. Entonces, y solo a veces, pasa algo distinto, tan momentaneo que no lo ves al pasar si no que debes mirar por la ventanilla trasera del auto como van quedando en el pasado esos animales, esa gran colina, ese árbol más alto, esa granja o pequeña casa a lo lejos, esa nube graciosa, ese huerto de tomates, de zanahorias, de papa o de cebollas.
El viaje en carretera siempre es aburrido, intentas poner música pero no hay señal, recurres a viejas canciones ya escuchadas, te encantan, sí, pero después de unas horas las odias más que… "Quizás revisar el teléfono ayude", piensas, pero no hay nada allí que no hayas visto. Miras la galería, fotos viejas de tu con tus amigas, en momentos más simples, más felices porque antes todo era mejor, siempre antes, atrás en el tiempo, como esa tropilla que pasamos hace 15 minutos y, oh, qué bonitos eran todos. Apago el teléfono.
Intento dormirme mientras afuera sigue; campo y árboles, árboles y campos. Los párpados pesan como si fueran cortinas metálicas, pero no se cierran. En mi reflejo del espejo retrovisor del auto veo mi pelo agitándose con el viento, detrás está mi piel a medio broncear, ni siquiera las más de 10 horas bajo el sol son capaces de tapar estas ojeras negras. Mis ojos celestes, realmente me gustan aunque están más rojos ahora. Mi nariz por otro lado no, la detesto y quisiera operarme, aun así me considero bastante bonita, quizás demasiado por eso…Contengo la respiración unos momentos, todo se enturba a mi alrededor, las cosas pierden su color por un momento. Me duele el estomago, me noto palidecer en mi reflejo pero consigo aguantar las ganas de vomitar. Los ojos apenas cristalizaron, quizás ya no hay agua allí.
Campo y árboles, árboles y campo, es gracioso como me harté de esto. No es un paisaje feo, en absoluto, de hecho me fascina la naturaleza y el verde es mi color favorito, maldito viaje en carretera.
Volteo a ver a mi padre, pienso en hablarle, abro la boca pero no lo hago. Un pinchazo me penetra el pecho cuando lo veo y siento el escozor en los ojos, pero no hay lagrimas. Discutimos antes de salir como la mitad de todos los días desde hace unos años (la otra mitad fue con mi mamá) y si todavía no me habló en estas más de 5 horas de viaje entonces no creo que lo haga. Él nunca me entiende, ningún hombre lo hace. "Te amo" dicen pero luego te llaman histérica, "hay muchas en el mar" pero no se molestan por comprender ni a su propia hija, no saben lo que es un cambio de humor ni comprenden el dolor que sentimos todos los meses.
No es que quiera seguir enojada, no quiero estar enojada con nadie, pero todos me dieron la espalda. Tengo muchas amigas y algunos pocos amigos y ninguno estuvo anoch… Quisiera sentir ese amor de película que siempre se vende pero supongo que solo es hollywood. He besado a muchos chicos, también algunas pocas chicas, pero solo se quedó en eso, besos
(Excepto…)y algún que otro abrazo. Simplemente no me enamoro, no hay flechazo, quizás ya nunca lo sienta. No hay amor tampoco, no siento un apego emocional enorme hacia nadie y, para ser francos, tampoco creo que nadie lo tenga para conmigo. Si alguien lo tuviera me preguntaría cómo estoy, qué pasó anoche, porque tan callada. Nunca nadie lo nota.
La puerta del auto se abre y mi papá baja. Miro a mi alrededor, ya no hay árboles y campos verdes sino el gris de la ciudad, autos y casas es el nuevo paisaje. Bajo también del auto y entro en mi hogar detrás de mi padre. No hago comentarios y me dirijo al baño, cierro la puerta.
Me desnudo mientras lleno la bañera, todo lo que necesito es un baño para sacarme toda esta mugre, eso siempre ayudó, desde que era pequeña un baño hirviente purifica el cuerpo y sana la mente.
Me miro el cuerpo bronceado y desnudo en el espejo; mis senos grandes caídos que siempre odié, primero por el dolor de espalda que me causan todos los días, segundo porque los chicos los aman. El centro de atención de la clase, la que hacía a los ojos perder ante la fuerza de gravedad. Mi abdomen delgado y mis caderas anchas, mis brazos como fideos; no tengo problema con ninguno de ellos. Aunque siempre que veo mis brazos no puedo evitar ver mi venas y la sangre que corre por ellas, ahora no se notan tanto, pero con la piel pálida se ven como ríos violáceos. Mi trasero probablemente recibió más comentarios en un día que mi cerebro en toda mi vida. Mi vagina…
Los ojos cansados y celestes, inyectados en sangre emanan lágrimas una vez más, no pensé que las volvería a sentir, cuando has llorado tanto piensas que te has quedado sin lágrimas y es un alivio porque duele demasiado. Pero siempre hay más lágrimas.
Me meto en la bañera. Mi cuerpo se sumerge. Siento un escozor intenso en los brazos a medida que los sumerjo. El agua se va tornando roja.
Como en el auto todo se va apagando.
Los colores dejan de existir.
Ya no importa el agua roja.
Mis ojos, por fin encuentran la forma de cerrarse.
Lo último que escucho son golpes en la puerta y gritos de mi padre.
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Un lugar para almacenarlos
PoetryCompilación de cuentos y poemas de lo que voy escribiendo en el año. No hay tal hilo que los una, solo es un lugar para almacenarlos.