AKUMU

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Llegados a este punto de la historia es necesario que nos alejemos un poco de la UA para conocer a una joven que influirá notablemente en la vida de nuestros héroes. Su nombre es Akumu. Nada más nacer fue abandonada a las puertas de un orfanato en el que pasó los primeros dieciocho años de su vida. Nunca conoció a sus padres ni supo nada de ellos, pero en sus peores momentos le gustaba hablar a la nada como si la estuvieran escuchando. Esto le ayudó mucho a lo largo de su niñez, ya que pasó mucho tiempo sola por culpa de su quirk.

Los primeros años de su niñez fue muy feliz. Tenía una personalidad alegre y sociable, y sus ojos color color añil con destellos violetas conseguía encandilar a todos. No era raro encontrarla correteando por el internado con su larga cabellera azul eléctrica al viento y de la mano de alguno de sus compañeros mientras las risas los acompañaban. Por desgracia todo cambió con la presentación de los kosei. Curiosamente, al igual que nuestro protagonista, en un principio pensaban que no tenía ninguno y la marginaron por ello. No obstante, después de uno de los exámenes médicos rutinarios que se hacía a todos los niños del orfanato, se consiguió determinar que sí tenía uno.  Akumu podía percibir las emociones más intensas y los deseos más oscuros de los demás. Nada en concreto, más bien los veía como auras de distintos colores. Y no solo eso, podía identificarlas bien porque también podía sentirlas si se enfocaba en ello. Con el paso de los años descubrió que, si entablaba algún tipo de conversación con alguien, podía aumentar la intensidad de dichas emociones hasta el punto de hacerle ignorar su racionalidad y que se guiara solo por sus impulsos. Obviamente esto no gustó mucho a sus compañeros y tutores. Acabó siendo dada de lado incluso por aquellos que debían cuidarla y enseñarla a usar su poder. Se mantenían alejados de ella. Se negaban a hablarle y cuando lo hacían era para insultarla. Estaban convencidos de que ese quirk era propio de villanos y solo servía para hacer el mal.

 Estaban convencidos de que ese quirk era propio de villanos y solo servía para hacer el mal

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Tras aguantar tantos maltratos fue echada a la calle el día que cumplió dieciocho. Los siguientes dos años de su vida los pasó sobreviviendo como pudo. Tuvo que dormir a la intemperie, pedir y hasta robar. Esa fue la temporada en la que más uso le dio a su quirk, acercándose a aquellas personas de las que se pudiera beneficiar. También fue cuando descubrió cuáles eran sus debilidades: sus propios sentimientos le nublaban la razón, sobre todo cuando eran profundos; y si las emociones de los demás eran demasiado intensas ella perdía todo el control de la situación y se debilitaba. Lamentablemente no aprendió esto de la mejor manera, tuvo experiencias horribles. La peor de todas fue la que la llevó a querer convertirse en una verdadera villana.

Llevaba unos meses viviendo con una banda. Lo único que tenía que hacer era trapichear con algunas drogas y le permitían permanecer en la casa que ocupaban. Logró entrar sabiendo a quién acercarse y en qué momento gracias a su kosei. Se sentía cómoda y, al no conocer su habilidad, la trataban de manera decente. Sin embargo, esa tarde todo cambió. La tormenta duraba desde la noche anterior y eso había hecho que unos cuantos permanecieran en la guarida. En total eran cuatro hombres y una mujer aparte de ella, todos en una sala común viendo la tele.

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