epílogo

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Esa misma mañana en que los once chicos se marcharon, una mujer pasaba caminando por el lugar con un pequeño bebé recién nacido entre sus manos.

Miraba las casas, notando que todas se encontraban desocupadas. No habiendo ni un humano conviviendo en ellas.

Bajando su mirada a su bebé, soltó un suspiro. Se dirigió hacia la casa de una esquina, justo donde terminaba ese barrio y donde comenzaba el otro y se adentró, no siendole difícil abrir la puerta. Lloró un poco al ver la carita con cachetitos rellenitos de su hijo, porque definitivamente nunca quiso dejarlo de esa manera, pero era lo mejor para él.

Días atrás, cuando nació su bebé, había sido amenazada por el padre del niño, diciéndole que si ese bebé seguía vivo él mismo se encargaría de asesinarlos a ambos. Así que tomó a su bebé entre unas mantas y escapó del hospital, caminando con dificultad por la ciudad, hasta que se decidió a dejarlo en alguna casa donde pudieran encontrarlo y darle una vida que ella no podría.

Desde el rincón de la casa, un niño de siete años se mecía en sus propios piecitos, viendo a la mujer dejar ese pequeño bultito en el suelo. La mujer le dejó besitos en toda su carita, le susurró "Te amo Seongmin" y finalmente se alejó para subir al segundo piso, el niño notando que llevaba unas pastillas con ellas.

Se acercó de manera lenta al bulto, sabiendo lo que la madre del niño haría en el segundo piso. Y sonrió en grande cuando sus ojos se fijaron en un pequeño bebé.

— Oh, hola tú. —Le dijo, riéndose un poquito—. ¿Tu nombre es Seongmin, verdad? Mi nombre es Taeyoung.

Tardaron dos días en encontrar a Seongmin.

Unos vecinos llamaron a la iglesia porque oían llantos de bebé en el Barrio maldito así que un cura junto a unas monjas de otra ciudad asistieron al lugar y entonces se encontraron con la sorpresa de que había un bebé de pocos días de nacido en el suelo de la sala. Y también encontraron el cuerpo descompuesto de la mujer en la bañera, se había causado una sobredosis con las pastillas.

Las monjas subieron en la parte trasera al bebé, que descubrieron se llamaba Seongmin, porque encontraron una hoja con el nombre mal escrito en crayones entre sus mantas. Y el niño de siete años se acomodó a su lado, sonriendo mientras tomaba una de sus manitas.

— Desde ahora en más iré contigo a todas partes, Seongminnie.

Y así fue.

A los seis años, de ese que en algún momento fue un pequeño bebé llorón, fue que Taeyoung permitió que Seongmin lo viese. Apareciéndose frente a él y diciéndole que podían ser amiguitos, pero que no debía de decírselo a las monjas porque entonces se molestaría con él.

Fue una tarde en la que Seongmin se encontraba dibujando con Taeyoung sentado a su lado cuando conoció a Kang Minhee, un niño que había sido dejado por su papá en el orfanato de la iglesia, una de las monjas fue quién los presentó. Seongmin no tardó en hacerse muy amigo de Minhee.

Pero habían ocasiones donde no podían estar juntos porque como Mini, -como Seongmin lo llamaba-, era un año mayor que él ya iba a la escuela. Entonces era momento donde Taeyoung aprovechaba para hablar con su Seongminnie.

— Minhee no me gusta. —Le reprochó, posando sus manos en cada lado de su cintura.

— ¿Ah? ¿Por qué? Mini es muy bueno. —Balbuceó de forma distraída. El niño más alto que él por unos pocos centímetros pisó su dibujo, viéndolo molesto.

— No debes hablar con Minhee. —Ordenó. Tú eres mío, quiso decir también, pero sabía que Seongminnie se asustaría si se lo decía.

— Las monjas dicen que los celos son malos. —Le dijo de forma inocente, dejando de lado los lápices de colores.

OUIJA.          the boyz, hyunjunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora