OUIJA. the boyz, hyunjun

12

Eric caminaba desorientado por los largos pasillos de ese lugar, lo último que recordaba era haber estado hablando con Felix por videollamada y luego de cortar se decidió a dormir una corta siesta antes de que Juyeon lo llamara para que fuera con ellos a la laguna.

Sus ojos miraban confundido las grandes puertas de metal que estaban posicionadas en cada lado de los pasillos, se detuvo un momento para ver detalladamente una de las puertas, notando que ésta tenía unas grandes cerraduras. Un poco más arriba se podía apreciar una pequeña ventana, que al parecer tenía para poder ser abierta y ver hacia el interior de la habitación.

Estiró su mano, mientras hacia puntitas de pies, y la abrió. Observando, por primero, la oscuridad que estaba en toda la habitación. No había siquiera una ventana que alumbrará solo un poco el lugar. Sin embargo, sus ojos se acostumbraron un poco a la negrura que invadía el cuarto, viendo directo a una de las esquinas de la habitación donde podía divisarse a una persona agachada allí, vestía con ropas completamente blancas y no se podía distinguir su rostro pues estaba de espaldas. Pero Eric sintió una corriente fría pasarse por todo su cuerpo mientras mantenía su mirada en la persona.

Y saltó un su lugar cuando oyó gritos a unos pocos pasos de donde él estaba. Miró hacia la parte derecha del pasillo, de donde provenían los gritos, completamente intrigado de qué sucedía.

Cuando se volvió hacia la puerta, para cerrar la ventanita. Un grito se ahogó en su garganta al encontrarse de frente con la mirada de un tipo que se reía a carcajadas, mirándolo fijamente.

Eric no quiso acercarse a la puerta por lo cual no cerró la ventanita, así que retrocedió con su corazón agitado en su pecho y luego comenzó a correr en la dirección de donde provenían los gritos, creyendo que allí encontraría a alguien que pudiera ayudarle y sacarle de ese lugar desconocido.

Cuando encontró a la persona causante de los gritos, llevó una mano en su boca de inmediato para no soltar un grito. Había una mujer, tirada en el suelo, con notorios golpes en su cuerpo. Y parados delante suyo, habían dos tipos que parecían ser enfermeros.

¿Estaba en un hospital? Si era así, ¿por qué no ayudaban a la mujer en vez de estar parados ahí sin hacer absolutamente nada?

Pretendía avanzar cuando una risa desquiciada salió de la boca de la mujer que resonó por todo el pasillo. Ella, con algo de esfuerzo, se sentó en el suelo, mirando divertida a los dos enfermeros delante suyo. Y rió a carcajadas, como el tipo que Eric vió en la habitación esa, o tal vez incluso de una manera más horrible.

— El señor envió a su mejor peón. —dijo, con algo de dificultad, viendo directo a los ojos de los dos hombres frente a ella—. Todos ustedes pedirán por misericordia, pero el señor no lo hará. Van a morir de la manera más dolorosa. —volvió a reír, fuerte, tomándose del estómago como si lo que dijo fuera el chiste más gracioso del mundo.

— Maldita. —el primer hombre la tomó del cabello, alzando su cabeza para que lo mirara—. Eres una perra loca. Vas a pudrirte aquí, desgraciada. Y pagarás el daño que le hiciste a ese pobre niño que lamentablemente terminó con problemas mentales por tu puta culpa.

Las risas cesaron en cuánto la mención de un niño fue hecha, en el rostro de la mujer se reflejó miedo que ésta vez hizo reír a los dos hombres.

— ¿Él... él no está muerto? —la voz de la mujer tembló, pero parecía no temer por los hombres y lo que le harían, Eric lo comprendió de inmediato—. ¡Él tiene que morir! ¡Alguien puro tiene que morir! ¡Tengo que terminar el ritual!