Judy no sabía muy bien cómo era que había terminado en aquel lugar, pero sabía, con mucha certeza, que no quería volver a llenar más curriculums vitae ni contestar el teléfono a números desconocidos.
De eso, sí que estaba muy segura.
Se volvió para ver a la hipnotizante mujer que estaba justo sentada frente a ella; aunque Judy no se consideraba una mujer fea, aquella rubia de sonrisa fría y calculadora la hacía pensar en que habría que buscar un buen congéniate para lograr aquella mezcla en tan fascinante mujer.
Judy era alta, de cabello castaño claro y ojos jengibre grandes; su cuerpo era algo que se asimilaba a un reloj de tiempo: muslos grandes, cadera grande, cintura estrecha, pechos grandes, espalda pequeña... no resultaba halagador para ella cuando un hombre se volvía a verla y comentaba algo de su abultado trasero en forma de corazón.
No era como aquella rubia, con pocas curvas, mejillas prominentes, ojos azules, cabello rubio perfectamente lacio, piernas delgadamente torneadas y labios llenos de color rosa. Con su vestido escotado y que dejaba ver una gran parte de sus piernas (que parecían reflejar la luz del sol en ellas), la rubia seguro que quedaría en el puesto que Judy había también aplicado.
_ ¿Sabes lo que conlleva este trabajo? –le pregunto la rubia con sonrisa desdeñosa y piernas cruzadas. Judy ladeo la cabeza.
_ ¿Me hablas a mí?
La rubia dejo salir una risilla cruel.
_ ¿Acaso hay alguien más en esta habitación? –a modo de respuesta, Judy ladeo aún más su cabeza mientras imitaba la sonrisa de la rubia y la posición de sus piernas-. ¿Qué haces?
De repente, Judy pareció tomar la seguridad de la rubia y se colocó de igual manera en el sillón como su compañera.
_ Escuchándote; tal parece que tu boca es tan grande que no puedes evitar abrirla para sacar tanta babosada de ella.
El rostro de la rubia se sonrojo de furia mientras que Judy sonrió con satisfacción.
_ Eres inútil...- y la rubia se detuvo cuando Judy le extendió el dorso de la mano.
_ Pégame por preguntona, guapa.
Con el rostro a más no poder de color rojo, la rubia se levantó de su asiento en el preciso momento que la puerta de a un costado se abría; de ella, salió un hombre de aspecto pulcro y elegante, casi coordinado con la elegancia falsa de la rubia.
_ ¿Problemas? –inquirió el hombre mientras cerraba la puerta a sus espaldas. La rubia no se hizo de rogar.
_ Exijo ser trasladada a otro cuarto, muy lejos de ella. –exclamo, como una niña egoísta y berrinchuda.
El hombre asintió con la cabeza y le coloco una mano en la estrecha cintura de la rubia.
_ Por supuesto; si tiene el momento de acompañarme, Clara...
Y ambos se fueron; la rubia miro a Judy por encima del hombro y Judy la despidió con un ademán de la mano que la hizo enojar aún más.
Judy no pudo evitar reírse entre dientes mientras descansaba el cuello en el respaldo del sillón; tal vez, ya había perdido demasiado tiempo en aquel lugar. Nadie la había llamado en casi una hora y no parecía haber momento para que fuera atendida, a pesar de haber pasado ya por las entrevistas.
Casi lanzo un suspiro profundo lleno de exasperación cuando escucho los pasos tranquilos del mismo hombre que se había llevado a la rubia; parecía un poco contento, mientras más se acercaba a ella.
_ ¿Judith Trents, no es así? –le pregunto, mientras le extendía una mano para ayudarla a levantarse de su asiento.
_ Con Judy está más que bien. –replico la muchacha mientras aceptaba la mano del hombre y se levantaba del sillón.
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Quédate conmigo
Chick-LitTrabajar para Theron Degorian no es algo sencillo, sobre todo si contamos con que tiene un sentido del humor muy negro y gusta de gastar bromas pesadas en los peores momentos. Pero Judy (o Jude, como la ha bautizado su jefe) sabe que Theron es un ho...