• XI. A punto del colapso •

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Desde aquella noche en que el castaño había cenado solo, no volvió a ver al moreno salir de su cuarto. Minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día, el castaño la paso solo yendo de un lugar a otro, caminando fuera de la habitación del pelinegro y dando vueltas alrededor del sofá.

Cansado de todas esas horas que había pasado esperando a que el moreno saliera para comer, para hablar e inclusive solo para darle los buenos días, las buenas noches o tardes, se decidió por darse una ducha.

A pasos lentos se encamino hacia su habitación, abrió su armario y se decidió por aquellos pantalones rotos de las rodillas y una camisa ancha de manga larga que le había dado Namjoon para que la pasara en lo que él compraba algunas nuevas.

Aun con su falda y blusa de tirantes bajo un suéter delgado, se observó al espejo.

Realmente parecía una chica.

Y claro, esa era la cuestión que más importaba.

Parecer una.

Ser una.

Con movimientos lentos y delicados se deshizo del suéter gris y quito la blusa blanca, desabrocho la falda del mismo color que el suéter y quedo con aquel traje voluptuoso. Lo observo unos instantes. Pechos que no tenía. Y una pelvis plana que ocultaba muy bien su miembro. Casi sentía que el pobre se asfixiaba dentro.

Desabrocho el cierre que estaba al costado y quito aquel traje que describía a alguien que no era. Alguien que sentía, quería dejar de ser. Lo deslizo por sus piernas y cayó al piso. Tomo una toalla blanca que yacía sobre su cama y se envolvió en ella. Entro al cuarto de baño y se encerró con pestillo. Prendió la ducha y se adentró, sintiendo como las calientes gotas de agua bañaban su cuerpo.

Habían pasado ya cuatro días desde que el moreno pasaba encerrado en su habitación. El castaño realmente se sentía solo.

No sabía que pasaba con él. Siempre que despertaba y hacía el desayuno terminaba preparando dos. Uno para él y otro para el moreno. Cuando finalmente se cansaba de esperar a un Namjoon que sabía no saldría, volvía a calentar el suyo y se dirigía como cada día a la escuela.

Cuando llegaba se adentraba al apartamento y cuando alzaba su voz diciendo un «llegue a casa», siempre esperaba una contestación que sabía que no llegaría. Un «bienvenido a casa» que no llegaría. Sabía que el moreno tenía que trabajar, lo sabía. Pero aun así no podía evitar sentir un poquito de vacío cuando se sentía solo. Cuando extrañaba su sonrisa y sus palabras groseras.

¿Qué demonios le estaba pasando?

Salió de sus pensamientos y luego de haberse enjabonado y tallado y limpiado totalmente, salió de la ducha y se vistió.

Paso nuevamente frente aquella puerta. Ya habían pasado cuatro días. Por tanto tiempo temía que el moreno terminara en el hospital como su madre le había dicho al momento de hablar con ella luego de salir de la ducha. El hecho de que le dijera «siempre que termina de escribir tengo que llevarlo al hospital al séptimo día o los días que pase encerrado», así que se paró frente aquella imponente puerta aun con dudas.

«Namjoon me dijo que no le molestara..., pero su madre dijo que siempre termina en el hospital... ¡estoy demasiado preocupado!»

El castaño incluso había preparado sopa de miso para comer. Algo caliente y agradable que le caería de maravilla al moreno para sustituir las vitaminas y aquellas cosas para nada saludables que quien sabe contenía la caja.

En vez de tocar la puerta de la habitación del moreno se adentró, dejando solo pasar la mitad de su cuerpo. Namjoon estaba sentado en la silla de escritorio frente a la computadora mientras él, la observaba, casi atontado.

– Naaam~ – Llamo con tono casi meloso. Nada. El moreno no se movía, así que decidió hablar un poco más fuerte – Namjooon~ – Silencio – ...

«No reacciona... no se puede evitar», suspira.

A pasos casi sin ruido se dirigió a donde estaba el moreno y le tomo del antebrazo.

– Namjoon, cocine algo – Dice, tirando de su brazo para que se levante. El moreno tan concentrado en su trabajo, que ni siquiera presta atención a su alrededor. Como un zombi – Ven conmigo.

Arrastrándolo fuera de la habitación, continúa jalándolo. El moreno parece tan cansado y tan en otro mundo que no es capaz de sentir nada.

– Comer cosas como esas no son suficiente para proporcionarte todos los nutrientes – Habla Jin. Arrastra al pelinegro hasta la silla y la abre, sentándolo y poniéndole un plato de sopa enfrente – Hable con tu madre – Continúa el castaño, aunque el moreno no hable – Vas a terminar colapsando nuevamente, ¿sabes?, prepare algo ligero así que come.

«¡Traerlo a la cocina fue todo un éxito!», dice Jin casi con lágrimas en los ojos mientras festejaba.

Un olor delicioso llego a las fosas nasales del moreno, comenzó a adentrar aquel olor a su cuerpo y se sintió reconfortado.

Jin lo noto. Coloco una cuchara en la mano del moreno y éste la sostuvo.

«¡La tomo! ¡la tomo! – Se decía Seokjin emocionado y con una sonrisa – ¡Va a comer!»

Atento a las acciones del moreno y lleno de felicidad al ver que sostenía con más fuerza la cuchara, observo como la acercaba al plato y la llenaba de comida para proceder a degustarla dentro de su boca.

«¡Yei! ¡Comió, comió!»

Luego de ver como el moreno comía toda la guarnición de su plato, se sentó en la silla frente a él y observo con calma como metía la cuchara nuevamente en el plato y la llevaba a sus labios.

Jin sonrió.

«Su mente sigue en el mundo de las novelas... pero su cuerpo reacciona al olor de la comida», soltó una risita y observo como un plato era puesto frente a sus ojos.

– ¿Eh? ¿Quieres más? – Pregunta al moreno.

Un brillo aparece en sus ojos. Parece que su forma de alimentarlo funcionaría.

Sus días siguientes fueron así.

Preparaba sándwiches y los ponía al lado del computador del moreno para que a los segundos él comenzara a oler cerca de su espacio y comenzara a comer.

Jin solo era capaz de soltar pequeños «¡genial!», «muy bien Namjoon, come» mientras observaba como dejaba vació su plato y él se acercaba a retirarlo.

Muchas otras veces nuevamente lo sacaba del cuarto y lo llevaba al comedor entre sus somnolientos pasos. Jin estaba tan feliz de poder ayudar al moreno.

– ¡Hoy también se comió todo! – Exclamo feliz – Quiero que coma más vegetales... – Murmura – Pero en su estado es difícil... si hago una sopa puede funcionar – Piensa – Aunque podría derramarla mientras come. ¡Ya sé! Si pongo una toalla en sus rodillas funcionara – Una risita se escapa de sus labios – Pff... él es igual que un niño – Ríe.

Namjoon realmente era un niño, al que tenía que cuidar o podía lastimarse.

Namjoon era un torpe que tiraba y destrozaba las cosas.

Namjoon era fastidioso y molesto.

Pero...

Pero aun que el moreno fuera torpe y muchas veces fastidioso, lo frustrara unas tantas y se lastimara solo otras más; él quería ayudarlo y hacerlo sonreír.

Jin quería cuidarlo.

Quería ser especial para él.

¿La razón? Realmente eso era algo que quería averiguar.

Jin sonrío.

– ¿Qué me estás haciendo?

• No te asustes • | NamjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora