Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
EL TIMBRE DE LA CASA DE SONÓ UN PAR DE VECES ANTES DE QUE EL anfitrión apareciera en la puerta listo para recibir a sus invitados. Lo había escuchado de mera casualidad, la música estaba tan alta que se escuchaba hasta la vuelta de la esquina.
Cuando les abrió, casi se decepcionó al ver que la extravagante rubia estaba acompañada de sus amigos y no había venido sola. Aún así le sonrió, y se hizo a un lado para que entrara. La fiesta de sábado era horrible, a decir verdad. El olor a cigarrillo y alcohol inundó las fosas nasales de Ivory de una manera casi desagradable, y había demasiada gente; alguna que jamás había visto en su escuela. Pero para pasar un buen rato y olvidarse de la repentina noticia de que su padre se casaría otra vez, le serviría.
Cuando se abrió camino hacia la sala, cómo de costumbre se sintió observada. Tenía una hermosa blusa borgoña de seda no muy escotada, con mangas de un tul rojizo casi transparentes que le llegaba a los codos y se apegaba a su cuerpo a la perfección. La falda negra negra de mezclilla le llegaba un poco más arriba de la mitad de los muslos y en combinación con unas botas de caña alta con muy poca plataforma se sentía brillar. Todos la miraron, era imposible que pasara desapercibida con su dulce perfume y sus ondas rubias bien armadas. Pero ella no miró a nadie que no fueran sus amigos, y se dedicó a conversar con ellos un rato.
Su diversión se veía interrumpida cada tanto cuando algún conocido se acercaba a saludarla, o bien le ofrecía algún trago de alguna bebida. Ella no era muy fan del alcohol, a decir verdad no solía tomar mucho porque no le gustaba el sentimiento de la borrachera, y aquella noche no sería la excepción; era sumamente responsable con el alcohol.
Después de un rato, se dedicó a apoyarse contra una pared lejos de la multitud y conversar más tranquila con sus amigos varones y un par de chicos más, pues Ángela y Jessica habían ido por algo de beber hacía ya un rato. Ella aún tenía su vaso por la mitad.
—¡No vas a poder creer quién acaba de llegar! —la castaña llegó corriendo hacia ella, eufórica y sacudiéndola de los hombros. Casi le tira todo el líquido del vaso en la remera, y la rubia la miró algo mal ante su sarandeo—. Los Cullen.
—¿Qué? No, de ninguna manera, no es posible; ellos nunca vienen a estas cosas —negó con la cabeza, mientras posaba su mirada en la pobre chica Weber que venía atrás de Jess cargando su vaso y el de su amiga. Pero a juzgar por su rostro, era cierto. Angela no era el tipo de persona que le gustara hablar de otros, y Ivory tampoco, pero Jessica era increíblemente chismosa por las tres, y a veces se veían involucradas en las últimas noticias sin siquiera quererlo; por ejemplo, la inesperada presencia de la familia Cullen en la fiesta—. ¿Vinieron todos?
