36| revenant, part II.

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REVENANTparte dos

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REVENANT
parte dos



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MICHAEL LA SACÓ DEL HOSPITAL POR DOS razones: porque ella no hablaba, y porque Carlisle Cullen le prometió que sus heridas físicas estaban completamente bajo control. Y una semana y media después, volvió a su casa, sosteniendo los brazos de su padre y de Marissa. Aún tenía la cabeza vendada y la muñeca con una férula, y algún que otro golpe o corte en el brazo.

Su padre estuvo muy furioso de saber que la justicia había encerrado al profesor Parker en un manicomio luego de haber sido declarado mentalmente inestable, y no había ido a parar a la cárcel. Ivy no había querido declarar, mucho menos someterse a exámenes físicos, así qué no pudieron hacer mucho más.

Y dos días después de que volviera a su casa, sus amigos comenzaron a llegar. A Michael le preocupaba pensar que no había querido verlos durante su estadía en el hospital, pero decidió no presionarla. El problema era que Ivy le preocupaba. No era que se hubiese refugiado en su cama y no saliera de su habitación, sino que parecía un ente. Hablaba muy poco, era realmente milagroso si decía más de tres oraciones por día.

Se había apagado completamente. Se había cerrado y tenían miedo de que no volviera a abrirse.

Demás estaba decir que su cabeza era un torbellino de problemas. Había rechazado ver a todo el mundo. Había rechazado las llamas de todo el mundo. Ni siquiera se le había ocurrido volver a mencionar la posibilidad de pisar la escuela... Pero sabía que en algún momento tenía que enfrentarlo.

No quería. Algo había cambiado en ella. No podía explicarlo, pero se sentía completamente perdida. Sentía que no encajaba. Se sentía un monstruo. Pero la peor parte era que aquello, en cierto punto, le gustaba.

Cuando la puerta sonó en plena cena, Marissa y Michael se miraron entre ellos. Lilah incluso dejó las galletitas que estaba comiendo porque sintió que nada bueno podía salir de eso. Ivy, aún con la ropa con la que se había levantado, clavó sus ojos verdes en su papá, expectante.

—¿Por qué no abres tú? —sugirió Michael. Ella pareció poner los ojos en blanco y golpeó la mesa con las manos cuando se puso de pie. Sin embargo, le hizo caso.

No se apresuró a abrir la puerta. Se tomó su tiempo, caminó con delicadeza y finalmente puso la mano sobre el picaporte. No cambió la expresión neutral que tenía en la cara cuando allí parado vio a Akeno, con las manos en los bolsillos y removiendose nervioso. Ivy parpadeó esperando una respuesta de su parte, y el hechicero se aclaró la garganta.

—Hola —la saludó él—. ¿Cómo te sientes?

Se encogió de hombros, restándole importancia. Aki controló el impulso de pasarse las manos por el poco cabello que tenía o de darse una buena cachetada a sí mismo, y luego a ella. En cambio, con toda la paciencia del mundo, agregó:

miss americana ⚘ jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora