Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
EL DÍA DE LA BODA INEVITABLEMENTE LLEGÓ. Los preparativos comenzaron en la mañana, alrededor del mediodía Marissa dejó que la planificadora se encargara del resto y empezó a prepararse. Michael se había ido la noche anterior a un hotel junto con Brandon y llegarían sobre la hora para no romper con la tradición de no ver a la novia antes del casamiento. Las horas antes de la ceremonia fueron un suplicio, pero cuando Marissa ya tenía su vestido y velos puestos, Ivy notó lo bien que se la había pasado preparándose en compañía de la asiática y su hermana. Después de que las peinaran, vistió a Lilah y se dejó para el final.
Se puso un delicado vestido de satín color celeste viejo que le llegaba a la mitad de los muslos y tenía un forrado de encaje que cubría sus mangas y su cuello, y unos zapatos de tacón grueso estilo Mary Jane color blancos. Su cabello estaba recogido en un bonito moño con unos mechones que adornaron su cara, y llevaba un maquillaje muy sutil con un poco de sombra del color del vestido, rubor y un delineado que resaltaba sus ojos. Lilah tenía un bonito y pomposo vestido del mismo color que el de su hermana mayor y que la decoración de la boda, la cuál se desarrollaría en el enorme jardín de su hogar, decorado con hortensias y orquídeas celestes tal y como la novia quería.
—¿A quién estás buscando? —inquirió Tyler en un momento hacia Ivy, mirándola con picardía. Ella y sus tres amigos vestidos en elegantes trajes se encontraban en el patio conversando animadamente, pero ella estaba impaciente y no dejaba de observar hacia todos lados.
—A nadie, tonto. Estoy viendo que todo esté bien —mintió. Era obvio que no podía dejar de pensar en que en cualquier momento, los Cullen aparecerían.
Y no tardaron mucho, a decir verdad. El doctor Cullen hizo su aparición de pronto. Detrás de él, su esposa Esme caminaba admirando todo con sus ojos color miel dorada llenos de felicidad, del brazo de su hija Alice, quién estaba simplemente despampanante en un vestido borgoña. Y, por último, aparecía Jasper. La vista sola hizo que las rodillas le flaquearan, llevaba un traje casi tan precioso como él y automáticamente, Ivy se sintió en paz . Los siguió con la mirada algo disimulada observando qué harían a continuación, y cuando se acercaron a su padre para conversar y felicitarlo, ella gustosa aprovechó aquella oportunidad. Se escabulló de sus amigos, deseosa de acercarse, pero sus planes se vieron interrumpidos.
—Ivory, te necesito aquí —la voz de Brandon la sacó de sus pensamientos antes de que pudiera acercarse a los Cullen. Se volteó hacia el muchacho y suspiró, mientras sin decir una palabra se encaminaba con él hacia el interior de la casa—. Creí que no eras amiga de los Cullen.
