Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
IVY SE MIRÓ LAS UÑAS INTENTANDO ESCONDER su preocupación. Podía ver por el rabillo del ojo que Jasper no dejaba de mirar el reloj que colgaba de su muñeca con impaciencia. Para ser alguien que controlaba las emociones, era incapaz de controlar las suyas propias.
Marcaron las nueve y punto de la noche cuando el timbre se escuchó. Al parecer ningún vampiro se había percatado de que el hechicero se había acercado, o no lo habían demostrado. Pero se veían bastante sorprendidos cuando ya había llegado.
Rosalie se había ido, como de costumbre, cada vez que Ivory se aparecía. Tanto Alice como Brandon decidieron quedarse, y a pesar de que Ivy insistió que Carlisle pusiera a salvo a Esme y fuera a la residencia Dean, ella se negó y dijo que también se quedaría. Bella no quiso perderse el acontecimiento a pesar de que Edward básicamente quería llevarla a la otra punta del continente con tal de mantenerla a salvo, pero finalmente se quedaron. Con todos ellos, incluído Emmett, más las runas que Akeno había dejado... Debían estar bien.
Fue Carlisle quién se atrevió a abrir la puerta. La postura firme y el semblante duro pero a su vez amable. Él era el líder; el líder de aquel clan tan poderoso, y no se dejaría intimidar. Mucho menos en su propia casa.
—Runas. Qué muchacho tan listo —soltó el hechicero, mirando hacia todos lados como si pudiera verlas. Luego volvió hacia Carlisle—. Cullen.
Ya se habían visto aquel fatídico día en que encontraron a Ivy, pero era la primera vez que se tenían frente a frente. Carlisle entrecerró los ojos.
—¿Me conoces? —preguntó. Todos en la sala parecían estar tensos ante el intercambio de miradas.
—Te conozco. Los conozco a todos ustedes —le respondió, y luego escaneó la habitación en busca de Ivy con algo de sutileza. Sonrió cuando la vio cruzada de brazos—. Este mundo, nuestro mundo, lo que queda de él... No es mucho. Los rumores vuelan. Por supuesto que sé del clan más grande de vampiros que existe en la tierra, sin contar a los Volturi. Tengo que tener ojos en cualquier amenaza que exista. ¿Cómo está tu brazo, Ivy?
—De maravilla —dijo ella. Recordó el agudo e intenso dolor que sintió cuando aquel hombre partió su muñeca, y se estremeció—. Dijiste que querías hablar. Entonces, habla.
—¿Los dos matones detrás de ti me van a dejar acercarme? —preguntó, refiriéndose a Emmett y a Jasper, uno a cada lado de ella.
—No. —Fue lo único que se molestó en decir Emmett.
—¿Saben qué creo que es gracioso, aquí? Que me miran a mí como si yo fuera la amenaza o el peligro. No tienen ni idea de lo que podría hacernos ella —Reginald habló en general, pero más a Carlisle, y terminó señalando a Ivy—. No tienen ni idea de las cosas terribles que podrían suceder si no...
