Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
La tristeza de Ivy se le había pegado de costado. Miró a a chiquilla que había reclinado su asiento hacia atrás. Él no estaba conduciendo, pero sostenía el volante por reflejo mientras una canción desconocida para él sonaba en la radio.
—Háblame, por favor —murmuró él después de un rato. Ivy dejó de mirar por la ventana y giró su vista hacia él. La mejilla apoyada en el asiento—. ¿Qué puedo hacer por ti?
Estaba cansada. Tan, pero tan cansada. Física y mental y emocionalmente. El cuerpo no le daba para más. La mente y el espíritu tampoco.
—Nada. Ese es el problema, no puedes hacer nada —dijo, sentándose recta y tomando su mano—. No lo entiendo, Jasper.
—¿Qué, mi amor?
—No entiendo por qué. ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Es un tipo de prueba, de broma? —cuestionó, muy segura de sus palabras—. Se supone que debo ser este ser increíblemente fuerte y me sigo sintiendo como una adolescente tonta e ingenua y débil. Siento que de una forma u otra mi destino es austero. Que por más que sea parte de este mundo no termino de encajar aquí y me cuesta aceptarlo del todo porque viví toda mi vida sin saber la verdad. Cada vez que creo que las cosas van bien... Cada vez la vida me demuestra lo contrario. Cada vez que creo que soy fuerte, algo sucede que me hace darme cuenta que no puedo con esto.
—No pienses, por un instante, que eres débil. —Sonó más como un regaño que otra cosa—. De todas las personas o criaturas que conozco, eres la más fuerte. Eres resiliente. No dudes de ello por un instante.
—Ya no quiero serlo, ese es el problema. No quiero ser resiliente. Solamente quiero vivir tranquila. Humana, hada, sea lo que sea. Quiero paz.
Jasper aprieta los labios. Le parece curioso haberse apartado tanto tiempo de Ivory para evitarle el mismo destino que terminó teniendo. Si lo hubiese sabido antes, quizá las cosas habrían sido tan diferentes.
Pero ya no pueden lamentarse por lo que pasó o lo que no pasó. Solamente pueden seguir adelante, como lo han hecho hasta ahora. Cómo lo seguirían siendo.
—Siempre has estado destinada a más que una vida convencional —él le dijo casi como si fuese un obvio recordatorio. Su confianza en ella siempre la sorprende—, y nosotros no nos rendimos. Seguimos luchando. Sea lo que sea, no nos rendimos. Y no tendremos miedo.
Ivy se recuesta en el asiento nuevamente. Mira las gotas de lluvia deslizarse por los vidrios y chasquea la lengua.
