Ivy Dean siempre ha sido una princesa con todas las letras y todo el significado de la palabra. Sin embargo tras la llegada de Isabella Swan al recíproco pueblito de Forks, la brillante reina de la secundaria parece ser la única que nota que suceden...
BELLA GIMOTEÓ CUANDO SU AMIGA LE LANZÓ OTRO LIBRO A LOS BRAZOS, siendo ya incapaz de poder sostenerlos. La rubia la observó montada en las escaleras de la biblioteca, y frunció el ceño.
—¿Estás bromeando? ¿Para qué accediste a acompañarme a la biblioteca si no puedes sostener un par de libros? —le preguntó indignada. La castaña soltó un suspiro, y los dejó apoyados en el suelo.
—No creí que fueras a necesitar que cargara siete libros de estudio, Ivy... ¿Para qué los necesitas, de todas formas? —indagó curiosa, mientras la aludida se bajaba de las escaleras y la miraba como si hubiese dicho algo malo—. No es como que necesites estudiar de más, o mejorar tus calificaciones. Y de todas formas, el año acaba de comenzar.
—Excepto de que sí lo necesito. Estoy intentando conseguir una pasantía, y si quiero que la maestra de química avanzada me recomiende, tengo que esforzarme aún más —explicó con obviedad, tomando la mitad de los libros—. Tú podrías haber tomado química avanzada conmigo, también. Si tan sólo no hubieras arreglado todo tu horario alrededor de Edward...
Bella refunfuñó por lo bajo. Desde que habían comenzado el ciclo escolar, ella no paraba de reprocharle lo molesto que era que tomaran absolutamente todas las clases juntos. Pero es que el cobrizo estaba asustado luego del incidente que la mandó al hospital, así que se mantenía cerca de ella como si fuese una gárgola, atento a sus necesidades en todo momento y a cualquier mínimo peligro que pudiera presentarse frente a ella.
Por supuesto que era un poco molesto y tedioso para ella... Pero no quería tomar ningún riesgo. Además, disfrutaba de su compañía. Y por inercia, también de la compañía de Alice. Lo que no le gustaba era ser el centro de atención, y hasta se alivió cuando todos comenzaron a acostumbrarse a verlos juntos. Su amiga y Jasper eran un poco más discretos.
—Estamos enamorados. ¿Eso es algo malo?
—No, para nada —se encogió de hombros la rubiecilla, abriendo la puerta de la biblioteca con el pie. Juntas, caminaron por los pasillos de la escuela—. Pero me gustaría saber si en verdad crees estar tomando las decisiones correctas, objetivamente de tu relación con Edward. Siempre he pensado que es muy improbable que el verdadero amor de tu vida sea alguien que conoces en la secundaria. Es decir, hay un mundo mucho más grande ahí afuera, con muchas más personas.
—Ives, realmente no me siento con ganas de una charla sobre esto a las diez de la mañana —le reprochó, ayudándola a guardar los libros en el casillero—. Y además, a mí me gusta lo simple.
