Tren I

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Harry había quedado con los Malfoy para ir verse en el andén 9¾ a las diez con cincuenta, ya que el tren salía a las once, por lo que el se levantó a las nueve, entró a su baúl y dejó que Foaz que anduviera por ahí, mientras él se daba un baño con agua caliente y lavaba su cabello con champú de jazmín, se puso ropa interior negra, colonia dulce pero fuerte, un pantalón negro, ni muy suelto, ni muy ajustado, una camisa blanca con botones de oro, una capa negra con su escudo Potter y Volant, y unas zapatillas blancas.

En su baúl normal metió las túnicas de Hogwarts, una snich que había comprado, su varita oficial y unos cuantos galeones, mientras que, en su baúl de cosas había puesto los materiales, libros escolares, su baúl privado encogido, donde había puesto a su lechuza Dioi y a Foaz, y, en la mano llevaba su mochila, donde tenía, su varita a medida, unos libros de artes oscuras, otro de venenos, la bolsa de Gringotts para sacar galeones, y una botella de agua.

Salió del baño y encogió el baúl privado para luego guardarlo, vio la hora, eran las nueve con cuarenta, por lo que fue hasta abajo, se preparó un café y unas tostadas con miel, desayuno tranquilo mientras leía un poco sobre venenos, el reloj de la cocina sonó, indicando que eran las diez. Con su varita de Knocturn conjuró un fregotego y todo lo que usó se lavó automáticamente, con magia también dejó hecho el desayuno para sus tíos: Café con leche, té de frutilla y panqueques con miel, puso las tazas, platos, vasos y cubiertos, en el plato de Petunia dejo una carta.

Tía Petunia, me voy, fui emancipado, les dejé el desayuno y espero que tengan una buena vida, les dejo unas treinta libras por sus últimos años siendo no tan malos.

Harry Potter Volant.

Bajó sus cosas con él, incluyendo el boleto, relajo su magia y salió, sintiéndose verdaderamente libre, respiro profundo y tomó algunas libras y pidió un taxi a Kings Cross, lo cargó con sus baúles y Aprovecho para dormir un poco, y, con suerte, despertó poco antes de llegar y, una vez que el auto se detuvo le pago al señor siete libras dejándole la propina, y, luego de agarrar sus maletas, caminó hasta chocar con una señora, quien se vestía de forma bastante extravagante, usaba un pomposo vestido azul con una especie de bufanda de pelo blanco.

— Disculpe ¿Podría decirme la hora? — pidió poniendo su mejor cara de chico sonriente

— Son las diez con cuarenta cielo— dijo y, luego de agradecerle, apretó el paso hasta dar con un carrito, en el cual cargó sus cosas y caminó hasta las vigas nueve y diez, y, una vez que las ubicó, corrió y las atravesó.

Harry tembló, podía sentir las magias pulsar y tocarlo, envolverlo, rozarlo, empujarlo y acariciarlo. Los colores y las texturas volvieron a invadirlo, por lo que tuvo que contar hasta diez y dar una respiración profunda, antes de avanzar, pero aun así, comenzó a marearse, reviso la hora, diez con cuarenta y siete, se dispuso a avanzar más rápido, y, logró divisar, en una de las columnas cercanas, a un grupo de cabezas rubias, por lo que sin pensar, se dirigió hacia ahí.

— ¡Harry! — gritó Draco y corrió a su encuentro, besando su mejilla y al abrazarlo lo sintió respirar profundo en su cuello y se sonrojo ligeramente.

— Hola a ti también Draco— saludo y palmeo su espalda con una media sonrisa, desacostumbrado al contacto, por lo que cada vez que él lo abrazaba Harry se quedaba sin saber bien que hacer, como reaccionar... La madre del rubio caminó hasta al azabache, beso ambas mejillas del menor y sonrió, el silbato del tren sonó y Draco sonrió, mientras que Harry permanecía con su mejor cara estoica.

— Adiós madre, adiós padre— saludó el rubio con un asentimiento, ya que, desde niño le habían enseñado a no besar y abrazar sus padres en público.

Infernais (𝙩𝙤𝙢𝙖𝙧𝙧𝙮)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora