—¿Pero estás de acuerdo con eso, Christian? —Elena se inclina más en el sofá para mirarme—. ¡Ella es famosa! ¡Y ese es tu hijo!
—Lo sé. —gruño de nuevo.
—¿Estás seguro que quieres dejarla vivir por su cuenta?
—No es una niña, y si, ¿Por qué no? No soy su dueño.
—Es la mamá de tu bebé, tonto. Le debes a él intentar una relación con su madre.
Su insistencia está crispándome los nervios, así que me aparto de ella para poner distancia mientras su padre vuelve con el cheque.
—Estamos saliendo —creo—. Lo estamos llevando con calma para no comerte un error.
Ella suspira y deja caer la cabeza contra su mano, con la incredulidad grabada en su gesto.
—Estás siendo un idiota, Christian. Los hombres se arrojan a sus pies y ¿Tú quieres llevarlo lento?
Antes de que pueda pensar en una respuesta, el señor Lincoln vuelve a la sala con mi préstamo por $100 mil dólares para mí próxima inversión.
—Aquí tienes, muchacho. Úsalo sabiamente —palmea mi hombro—. El que no arriesga, no gana.
—Gracias señor Lincoln, le pagaré los 10 mil que me prestó antes y estos cuando pueda ver las primeras ganancias.
Espero.
—Por supuesto, tómalo con calma y piensa con la cabeza fría. Lo estás haciendo bien.
Estrecha mi mano y se aleja, dándome en sus breves palabras más apoyo del que Carrick me ha dado. Sin mencionar el dinero prestado para mis inversiones.
—Felicidades, deseo que éste negocio sea exitoso para ti Christian. —Elena cambia el tema y lo agradezco, o eso creo porque vuelve a mencionarlo—. ¿Y bien? ¿Cuándo piensas ir a ver a tu hijo?
Pongo el cheque dentro de mi billetera y vuelvo la vista hacia la odiosa rubia.
—Tal vez mañana.
—Pero ayer no fuiste, deberías ir hoy. —frunce las cejas.
—Podría estar ocupada...
—¡Cuidando a tu hijo! ¡Ve ahí y mantén la vista en esa hermosa mujer! —grita, se pone de pié tomando su teléfono móvil—. Eres tan tonto que no confío en ti, así que vamos.
Señala la puerta y ahora soy yo el confundido.
—¿A dónde?
Apoya las manos en la cadera y golpea el piso con su zapatilla en un gesto irritado.
—¡A Escala! A visitar a Anastasia Steele.
—¿Escuchaste lo que dije? Dije que no.
Me ignora, yendo a la puerta y saliendo delante de mi.
—Voy a fingir que no te escuché, ahora sube al auto y cierra la boca. ¡No sabes nada!
Elena está equivocada, puedo hacer las cosas por mi mismo y estoy seguro que Rose apreciaría tener algo de espacio. No voy a señalarlo, dejaré que lo vea por ella misma.
—No estoy seguro que deberías ir conmigo —me quejo cuando pongo el auto en marcha—. Para la prensa, somos una pareja y no sería bien visto que estés conmigo.
—Soy tu mejor amiga, Christian —toma los lentes oscuros y los desliza sobre sus ojos—. Que ellos lidien con eso.
Conduzco por el tráfico con tranquilidad, siendo un auto más en las calles de Seattle. Es solo cuando estoy a varias cuadras del edificio de Rose que comienzo a recibir atención.
—Ese hombre lleva una cámara —Elena lo señala—. Y aquel no deja de mirarnos.
—Te lo dije.
—Pero ni siquiera hemos llegado a su departamento, —sus cejas se fruncen—. ¿Te van a vigilar todo el tiempo?
—Eso creo.
—¿Y estás de acuerdo?
—No creo que tenga elección. Solo ignóralos.
Debería estacionar en el garaje, pero no tengo un pase para entrar y tengo qué dejar el auto en la acera. Los fotógrafos permanecen en la distancia, pero sigue siendo jodidamente incómodo.
—¿Tienes la clave de seguridad? —pregunta la rubia caminando a mi lado.
—No.
—Pero te dejarán pasar porque saben quién eres, ¿Verdad?
—No estoy seguro.
—¡Christian! —chilla haciendo puchero—. Justo ahora eres como cualquiera otro visitante, ¡Creerán que estás loco!
Le hago un seña para que se calle y ambos estamos al elegante vestíbulo, dos hombres de traje nos miran con atención.
—¡Míralos! No hemos hablado y ya quieren echarnos.
—Cálmate. —me dirijo a los hombres y les muestro mi identificación—. Soy Christian Grey, el novio de la señorita Steele. ¿Puede decirle que estoy aquí?
Los hombres se miran del uno al otro, hasta que uno toma el teléfono y marca. Esperamos en silencio escuchando la conversación.
—Si, señor. La identificación es real. —El hombre me mira y asiente—. Una cosa más, señor Sawyer. El señor Grey viene acompañado, ¿Los dejo pasar a ambos?
Le lanzo a Elena una mirada irritada para que sepa que no debía venir, pero ella solo encoge los hombros. El guardia termina la llamada.
—Pasen, el ascensor los llevará al último piso. —Señala, siguiéndonos para introducir una tarjeta en el lector—. Los están esperando.
Elena brinca ligeramente de la emoción mientras el ascensor nos lleva al último piso, el lujoso ático de Escala donde ahora vive mi hijo.
Esperaba ver a Rose tan pronto como la puerta se abriera, pero es un hombre de traje, con cabello corto y rubio el que nos mira.
—Señor Grey. —asiente, luego su vista se clava en la rubia—. Identificación, señora.
Ella chilla de nuevo, lanzando su cartera entera al hombre porque está demasiado emocionada mirando el techo amplio de la sala.
—Hola, Christian. —su dulce voz me llama desde la barra de la cocina donde está sentada.
Sobre la barra. Con un tazón.
Llevando solo una camisa de color celeste.
—¿Rose? —gruño, yendo hacia ella—. ¿Qué crees que haces?
Rose mastica la cucharada de cereal en su boca y me muestra el contenido del tazón.
—Comiendo cereal —pestañea en un gesto de inocencia—. ¿quieres?
¿Es esa la camisa azul del jodido guardaespaldas? ¿Dónde mierda está ese idiota?
—Jimmy, ¿Le das al señor Grey un tazón de cereal?
¿Qué?
Giro para mirar lo mismo que ella, al muchacho de uniforme blanco que asiente con su cabeza calva brillante.
Un momento, ¿Por qué están estos hombres en su casa?
—¿Y éstos quienes son? —gruño.
—¿Jimmy? —lo señala con su cuchara—. Es mi cocinero, y ya conociste a Trevor de seguridad.
El jodido rubio asiente desde la distancia y mira de nuevo a Elena que está pegada en el ventanal con vista a la ciudad.
—¿Y qué mierda llevas puesto? ¡Ponte ropa, por Dios!
Sus cejas castañas se fruncen, dejando el tazón a un lado para mirarme. Mierda, estoy celoso y es muy tarde para negarlo.
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Glamour: La Vida Secreta De Una Estrella
FanfictionSer una actriz reconocida, ganar millones y estar rodeada de hombres es el sueño de muchas mujeres... Pero no el mío. Yo quiero ser libre. ¿Cómo serlo cuando los paparazzis me siguen a todos lados? ~ • ~ La historia es mía, pero los nombres de los p...