34. Las puertas del infierno.

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La noche anterior, Bobbie se había quedado a dormir en la habitación con Rachel, ya que Henry se había mudado y había una cama libre. Aquella noche ninguna de las dos logró dormir. Después de lo ocurrido con los poderes de Bobbie todo había cambiado, y ahora habían decidido ser formalmente novias. Rachel estaba en la parte derecha de la cama con su brazo apoyado en las sabanas, observando a Bobbie, que trataba de dormir pues estaba bastante cansada, aunque se sentía muy feliz. Por fin, las dos tenían claros sus sentimientos. Por fin, la familia lo sabía. Por fin, todo era perfecto... perfecto.


RACHEL: Bobbie... Bobbie... Despierta, es hora de desayunar.
BOBBIE: (Se despereza) ¿Ya? Uh... qué dolor de cabeza... (Pone sus manos sobre su pelo)
RACHEL: (Se levanta y va hacia ella) ¿Quieres que yo te traiga el desayuno aquí?
BOBBIE: No gracias, ya me levanto yo.

Rachel se sienta junto a ella en la cama.

RACHEL: Oye, en serio, ayer me costó lo mío convencerte para que te quedases aquí a dormir. No seas tan tímida para estas cosas, que no molestas, ya te lo dije.
BOBBIE: Gracias, Rachel. Yo... La verdad es que esto es muy difícil para mí... No consigo asimilar aún todo esto de las brujas, los demonios, y los libros mágicos...
RACHEL: Es comprensible, ha sido demasiado rápido y lo has debido pasar fatal. (Coloca su mano en el rostro de la otra y la acaricia suavemente) Pero al menos no estas sola.

Bobbie se incorporó, quedando sentada pero con sus piernas aún tapadas por las sábanas, y cogió la mano de su compañera para apretarla en signo de cariño mutuo. Rachel le correspondió, acariciando su largo pelo, para después irse acercando poco a poco, lentamente. Sus cuerpos no se tocaban, pero casi se rozaban... Sus ojos se cruzaron en una profunda y sincera mirada. Ya casi podían notar el cálido aliento de la otra en su piel. Bobbie pasó suavemente su mano por el cuello de Rachel, y ésta entrecruzó sus brazos en el cuello de Bobbie. Las dos cerraron los ojos, y sus labios se rozaron en un instante casi imperceptible. Entonces, la puerta de la habitación se abrió.

MELINDA: ¡Buenos días! ¿Que tal está Bobb...?

Melinda apareció con una bandeja que contenía un vaso de leche caliente, unas galletas con chocolate, y algunos otros dulces más.

MELINDA: Oh, vaya... ¿Interrumpo algo?

Rachel y Bobbie se separaron algo nerviosas. Rachel se giró a ver a su prima.

RACHEL: No, no estábamos haciendo nada del otro mundo. (Dijo tratando de disimular)
MELINDA: (Algo arrepentida) Lo siento, no era mi intención interrumpiros. Esto... toma Bobbie, te he preparado el desayuno.

Rachel se levanta, coge la bandeja y la deja encima de una mesita de noche que estaba cerca de la cama de Bobbie. Después se vuelve a sentar junto a ella.

BOBBIE: Gracias Melinda, no tenías por que haberte molestado. De verdad, no quiero ser un estorbo, ya os he dado suficientes problemas como para ser ahora una carga... (Bajó la cabeza)
MELINDA: ¡No seas tonta! No molestas, la que molesta soy yo. De verdad, es que soy taaan oportuna... En fin, lo siento de veras.
RACHEL: No te preocupes prima, no es nada. Ahora bajamos a desayunar.
MELINDA: (Retirándose hacia la puerta) Vale, no tengáis prisa (Sonríe, le guiña el ojo a Rachel y se va dejando la puerta cerrada)

James se encontraba sentado en su trono, apoyando los brazos muy relajados en el enorme sillón. Había una gran mesa larga de estilo gótico con tonos negros y rojos, hecha de hierro y cristal, que se extendía casi hasta el final de la inmensa sala. En aquella mesa se encontraban los más poderosos representantes de cada facción demoníaca que estuviese de parte de James. Por supuesto, éste se encontraba en el extremo de la mesa, presidiendo y observándolo todo. Junto a él, a su izquierda, se encontraba Nahia, la única demonio mujer allí presente, la cual representaba a las Rosas Negras, un grupo de mujeres demoníacas que evidentemente eran odiadas entre la gran mayoría de los demás clanes demoníacos debido a sus objetivos, que eran acabar con los demonios hombres que lideraban el inframundo y hacer a las mujeres demonio con el poder. James hizo un pequeño gesto con la mano, y todos se mantuvieron en silencio.

Tres veces tres. - EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora