Una mujer joven, bien vestida con una blusa blanca y una falda negra hacía ya su tradicional caminata hacia la máquina de café en un piso de algún edificio simbólico de Chicago. Al llegar a su destino, echó unas moneditas en la ranura y acercó su boca hacia un pequeño micrófono incrustado en la máquina y nombró el estilo de café que quería tomar. Acto seguido, cayó el líquido marrón y caliente en un vaso de plástico, acompañado de espuma y de un terrón de azúcar, la mujer lo cogió y sorbió mientras veía por los ventanales los rascacielos colindantes de la metrópolis de Chicago. La joven que tenía el pelo rizado y de color rojo, acorde a una tez pálida, prosiguió su camino hasta una mesa de escritorio adornada por un ordenador de última generación, se sentó en la silla ergonómica más cómoda del mercado, lo encendió, dejó el vaso de plástico en la mesa, y se giró viendo al resto de sus compañeros. Diez, veinte o treinta empleados, no los había contado, que estaban haciendo lo mismo que ella, encender el ordenador, tomarse un café e intentar que el comienzo de su jornada laboral no fuera demasiado dura o soporífera.
El ordenador le pidió una contraseña, accediendo segundos después tras teclearla, y entonces percibió que el vaso de plástico comenzaba a temblar.
EMPLEADA: ¡Eh! (Gritó apresurada agarrando el vaso con fuerza) ¿Qué pasa aquí?
EMPLEADO2: ¡Mierda, mi café, me he puesto perdido! (Gritó otro poniéndose de pie, mosqueado)
EMPLEADA3: ¡Ah, me ha saltado el café a los ojos!
EMPLEADO4: ¡¡Mis ojos, mis ojos!! (Chilló otro compañero con la cara llena de sangre y los ojos cerrados intentando cortar la hemorragia que le había producido la explosión de sus gafas)
EMPLEADA: ¿¡Estás bien!?
Ver a uno de sus compañeros con la cara llena de sangre alteró a todos los empleados, que pronto se pusieron de pie al ver cómo las pantallas de los ordenadores comenzaban a explotar una a una, seguidos de pequeños temblores en el suelo, sillas que se movían solas y lámparas del techo que caían con violencia al suelo, dañando a la gente.
TODOS: ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH!!
EMPLEADA: ¡ESCONDÉOS DEBAJO DE LA MESA!
La joven chica, aterrada, se protegió debajo de su mesa de escritorio, pero poco le duraría la protección, pues su mesa comenzó a temblar y a levitar unos pocos milímetros del suelo. La mujer, intentó agarrar la mesa con sus manos, pero todo esfuerzo fue en vano cuando su mesa, y la del resto de sus compañeros, subieron con violencia hasta el techo.
EMPLEADA: ¡Dios mío! ¿¡Qué clase de broma es esta!?
El pavor que había inundado la amplia sala hizo que ninguno de los allí presentes percibiera la fuerte voz de la alarma del edificio.
ALARMA: Peligro. Peligro. Peligro. Peligro. Peligro
EMPLEADA: ¡El ascensor! (Alzó su voz esperanzada)
La joven, por miedo a levitar o a hacer algo inexplicable, empezó a dirigirse hacia las puertas del ascensor, como hacían muchos otros compañeros, reptando, arrastrando su cuerpo como las serpientes, pero tuvo que parar y girar su mirada hacia el techo, pues las mesas que estaban levitando se movieron con una velocidad espasmosa hacia las cristaleras del edificio, haciendo un ruido atroz.
Desprovistas las paredes de los ventanales, el viento se apoderó de la estancia y el frio invadió el cuerpo de la joven, que escuchó cómo caían las mesas de escritorio a la carretera, a treinta plantas más abajo, inundando la calle de cláxones y frenazos de coches.
De repente, la salvación se hacía más clara, pues las puertas del ascensor se abrieron, pero de allí salió una mujer cercana a los cuarenta años con un rostro enfermizo y un pelo grasiento. Iba con una camisa de fuerza que le hacía andar con mucha torpeza.
PHYLLIS: ¡¡QUIERO SALIR DE AQUIIIIIIIIIIIIII!! ¡¡KAREEEEEEEEEEEN POR FAVOOOOOOOOR!! ¡ME HABÍAS PROMETIDO QUE ERAS DISTINTA, QUE NO ERAS COMO EL RESTO! ¡PERO SÓLO ME QUIERES POR MIS PODERES Y POR SER UNA MALDITA HALLIWELL!
Phyllis estaba completamente desorientada, pues el despacho de Karen no se encontraba en aquel piso. La hija perdida de Prue clavó su mirada perdida en la joven empleada, y se acercó, llorando.
PHYLLIS: Yo no quería esto ¿vale?. Esto nunca me lo he buscado... Sólo quiero ser libre, ya conozco mi historia, mi vida. Todas mis preguntas se han resuelto. Yo sólo quiero ser libre...
EMPLEADA: Por... por... por favor. No nos mates...
Y entonces Phyllis se derrumbó en el suelo. No podía aguantar más.
PHYLLIS: ...Sólo quiero ser libre... (Cabizbaja, miró al suelo) ¡¡LIBREEEEEEEEEEEEEE!!
Y entonces, la joven empleada vio como su cuerpo, al igual que el de sus compañeros, se arrastraba incontrolable y con violencia hacia fuera del edificio. A gritos, la joven empleada fue testigo de sus últimos segundos con vida. El rascacielos de la Red Swan haciéndose cada vez más pequeño hasta que su cuerpo cayó en el techo de un coche...
De pronto, unos ojos blancos iluminaban una oscura cueva de El Inframundo. Poco a poco esos ojos blancos desaparecieron, volviendo a la forma normal de unos ojos malvados y llenos de ira. La dueña de dichos ojos, de tez morena y vestida de rojo, disfrutó viendo aquella visión del presente. Detrás suya, había una mujer rubia, muy elegante, sentada en un trono.
NAHIA: ¿Y bien, qué has visto?
LA VIDENTE: El fin del imperio de Karen Andrews, señora. (Dijo contundente)
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Tres veces tres. - Encantado
FanfictionEs un fan-fic que narra la historia de los hijos de Piper, Phoebe y Paige aproximadamente 28 años después del final de la serie original de EMBRUJADAS. La nueva generación Halliwell deberá aprender a compaginar sus complicadas vidas personales con l...