55. Amor y sangre.

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Phoebe presenció un futuro que no le gustó nada. Seguía sentada, en el tejado, con su prima Melinda mientras miraban al horizonte.
MELINDA: Es como mirar al futuro, ¿verdad?
Phoebe sonrió amargamente y justo en ese momento Melinda se dio cuenta de que no había utilizado las palabras adecuadas.
MELINDA: Lo siento... (Entre risas).
Ambas rieron, algo que parecía que no iba a pasar dadas las circunstancias. Y les sentó bien.
PHOEBE: Odio tener que preguntarlo... ¿Jared es el padre?
MELINDA: ¿Quién si no iba a serlo?
PHOEBE: Oye, cada una hace con su vida...
MELINDA: Es que parece mentira que no me conozcas.
PHOEBE: Pues chica, perdona.
MELINDA: ¿Es que a caso no crees que tengo suficientes problemas como para ir por ahí haciendo el papel de putilla?
PHOEBE: Ya te he pedido perdón.
MELINDA: No, es que esta familia siempre tiene el mismo problema. El meterse en los asuntos que no les incumben.
PHOEBE: Tranquila, que a partir de ahora no nos meteremos en la interesantísima vida de Melinda Halliwell.
MELINDA: A ver si es verdad. Porque tú deberías ocuparte de tus propios problemas.
PHOEBE: ¿Mis propios problemas?
MELINDA: Sí, por ejemplo: ¿Dónde está tu marido? Porque eres la única consciente de su paradero y no veo que hagas nada...
Un silencio incómodo inundó el tejado y las dos primas se miraron con reproches en los ojos.
PHOEBE: Eres idiota, Melinda.
MELINDA: Y tú también.
Phoebe se levantó de mala gana dejando atrás a su prima, disponiéndose a bajar del tejado.
MELINDA: Lo siento.
PHOEBE: ¿Jared lo sabe? (Aún de pie).
Melinda asintió con la cabeza.
PHOEBE: ¿Qué pensáis hacer?
Melinda no respondió a su prima. Se encogió de hombros y dejó el tiempo pasar.
La pequeña de los Halliwell le lanzó una mirada seria y bajó por una pequeña escalera de mano que conectaba una parte del tejado con un pequeño balcón en la parte trasera de la casa.

La casa de los Halliwell seguía alterada por los últimos acontecimientos vividos y los primos intentaban adaptarse de nuevo a la normalidad.
Chris, junto a su hermano mayor, se encontraba en la cocina poniendo en orden el menaje que seguía en el lugar que no era el suyo. Prefería hacerlo él mismo a escuchar a Melinda quejarse de que la cocina era un desastre.
WYATT: Me han contado que no paraste de buscarme. Que lo hacías día y noche.
El hermano pequeño se sonrojó y sonrió como toda respuesta.
WYATT: Gracias.
CHRIS: ¿Somos hermanos, no? No tienes que darme las gracias.
WYATT: Sí, sí que tengo que darte las gracias. A veces me siento tan diferente a vosotros y tan apartado, que pensé que a lo mejor no era un gran problema mi pérdida.
CHRIS: No digas tonterías, eres el mayor de todos nosotros. Si no contamos a Prue... (Entre risas). ¡Claro que nos hemos preocupado!
WYATT: Pues ser el mayor de la familia no siempre es... Bueno, no sé.
Wyatt jugueteaba con una taza en forma de vaca que pertenecía a la pequeña Bianca y que Dag solía usar cuando vivía en la casa. Chris cogió la taza de las manos de su hermano y la colocó cuidadosamente en el mueble de las tazas. Casi podía oír a Melinda si la taza sufriera algún percance.
Chris miró a su hermano intrigado, sin saber cuál era el problema que le rondaba el pensamiento. Su hermano, aquél que era mejor que él en todo lo que había emprendido.
WYATT: Creo... Creo que si yo faltara tampoco sería un problema. Os veo... Estáis todos tan...
CHRIS: ¿Qué quieres decir, Wyatt? (Algo exasperado).
WYATT: Quiero decir que habéis formado una unión en la que no importa que esté yo. Y eso es bueno, no me entiendas mal.
CHRIS: Tampoco estamos tan unidos, créeme. A esta familia le vendría bien una clase de unión familiar o algo parecido.
WYATT: Sí que estáis unidos, seguro que os entendéis con pocas palabras.
CHRIS: Pues igual que te entenderías tú si lo intentases.
WYATT: ¿Te estás poniendo a la defensiva? (Sorprendido).
CHRIS: (Risa cansada) No creo que sepas de lo que estás hablando.
WYATT: Chris, no te entiendo.
CHRIS: Pues creo que estoy hablando en cristiano.
WYATT: No entiendo lo que ocurre.
CHRIS: Es muy fácil... Toda mi vida... Siempre he querido parecerme a ti. Ser alguien, tener un propósito en la vida. Y me cuesta, me ha costado. Todas las decisiones que he tomado en mi vida han sido en base a lo que tú pensarías de mí. En si tendría la aprobación de mi hermano mayor.
WYATT: Sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras. Eres un hombre genial y...
CHRIS: Es que yo no quiero ser un hombre genial. Quiero ser un hombre extraordinario.
El corazón de Chris iba a mil por ahora, notaba como todos sus músculos se tensaban y volvían a dilatarse. Notaba como la sangre se concentraba en sus mejillas y notaba la mirada desconcertada de su hermano.
WYATT: Un hombre extraordinario... ¡Pero si ya lo eres!
CHRIS: No como yo quiero serlo. Necesito un propósito en la vida, Wyatt. Necesito ser alguien.
WYATT: Esto... ¿Esto no tendrá que ver con lo que yo creo que tiene que ver?
CHRIS: Tiene que ver exactamente con lo que tú crees que tiene que ver.
WYATT: Vale. Lo acepto. Si me vuelvo malo, tú estarás ahí para salvarme. Si hay oscuridad, tú serás mi luz. Vale. Lo pillo. Pero no va a pasar. No voy a ser el malvado Wyatt que tu otro yo salvó viajando al pasado y sacrificando su vida. No tienes que sacrificarte por mí, Chris. No tienes que hacerlo. Somos hermanos, nos une la sangre y no quiero que pongas mis necesidades y ambiciones por delante de las tuyas. ¡Sal ahí fuera y vive!
CHRIS: Para ti es fácil decirlo... ¡Eres el gran Wyatt Halliwell!
WYATT: Soy un fraude Chris...
CHRIS: ¡Ja! Ya, creo que no eres consciente de el impacto que causas en los demás.
WYATT: Chris...
CHRIS: Matrícula de honor en el instituto. El Popular, sí con mayúsculas, el capitán del equipo de baloncesto. Matrícula de honor en la universidad, abogado y trabajas en un bufete... (Alzando las manos resignado). ¿Y yo qué?
Wyatt no podía creer lo que estaba ocurriendo, ¿Chris había estado toda su vida viviendo bajo su sombra o era sólo impresión de su hermano pequeño?
El mayor de Los Halliwell miró a su hermano y no encontró nada al otro lado. Prefirió dejar la cocina.ALICE: Volví a ser rubia, ¿sabes?
Las dos hijas gemelas de Phoebe estaban sentadas en el salón, en un pequeño sofá en el que cabían exactamente dos personas. Estaban sentadas frente a frente, como solían hacerlo hace muchos años, cuando ambas eran pequeñas y aún jugaban juntas.
PATRICIA: (Mirando extraña a su hermana) ¿De qué hablas?
ALICE: Cuando estabas hecha una fanegas y no podías moverte de la habitación de arriba. Hice un hechizo que salió mal y volví a ser rubia durante un rato.
PATRICIA: Me gustas más de morena, ¿crees que debería cambiarme también el color de pelo?
ALICE: ¡No!
Ambas rieron.
PATRICIA: Es curioso que no te decidieras a cambiarte el color de pelo hasta ahora.
ALICE: Necesitaba un cambio...
PATRICIA: Me refiero a en la adolescencia. E incluso después, cuando estábamos tan distante la una de la otra.
ALICE: Supongo... Supongo que seguía teniendo el pelo rubio porque me gustaba pensar que en el fondo de mí seguía perteneciendo a algún lugar. El parecernos físicamente, incluso en el pelo... sabía que aunque estuviera a miles de kilómetros, seguiría perteneciendo contigo.
PATRICIA: Aunque estuvieras en Europa (sonriendo).
ALICE: Aunque estuviera en Europa, la luna.
Y rieron, rieron juntas como antes no lo habían hecho.

Tres veces tres. - EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora