Capítulo 9

10 0 3
                                    

Para alivio de Keira el viaje transcurrió en silencio y ninguno de los dos oficiales hizo algún comentario sobre lo sucedido en el establo. Durante el camino Keira observaba todo, memorizando cada detalle por si llegaba a necesitarlo; no le costó darse cuenta que los elfos intentaron varias veces distraerla pasando por sitios muy similares o desviándose un poco, sin embargo, la ruta siempre terminaba dirigiéndose al este de la ciudad. En algún momento del viaje, Keira pudo distinguir los lejanos murmullos del mercado principal y la zona roja de la ciudad, lo que la ayudó a crear una imagen más completa del lugar.

Finalmente, luego de una hora el trote de los unicornios comenzó a disminuir a medida que se adentraban más en la mejor parte de la ciudad. Grandes casas de madera con jardineras en las ventanas y rejas en la entrada llenaron las calles, las plazoletas que las separaban cada vez eran más grandes y lujosas mientras que los símbolos en las puertas y ventanas pasaban de ser simples animales a grandes pegasos, fenrirs, rocs y unicornios. Su viaje pronto finalizó frente a un alto muro de piedra caliza que rodeaba toda la instalación impidiéndole ver el recinto.

Curiosa Keira observó como el soldado frente a ella dirigía su montura hacia el muro y apoyaba una mano sobre él. Un capullo de rosa negra apareció bajo la palma del elfo y poco a poco fue floreciendo hasta quedar completamente abierta, fue entonces cuando intricados diseños verdes surgieron de la flor extendiéndose por la piedra hasta formar un arco. Segundos después la piedra dentro del arco desapareció revelando un elegante camino negro.

Sin perder tiempo, el soldado tras ella instó al unicornio a avanzar. Grandes jardines adornaban cada lado del camino, diversas flores blancas, negras y rojas estaban dispersas por el verde prado. Varias hadas con vestidos de sirvienta susurraban animadamente mientras recogían las flores, pero al verlos guardaban silencio y se concentraban en la tarea que tenían por delante.

Keira frunció el ceño ante la mansión que se alzaba frente a ella; no necesitaba ver el interior para saber que era opulenta y extravagante. Las paredes exteriores estaban hechas de piedra con incrustaciones de diamante, zafiro, y esmeralda, y cada uno de los marcos de los ventanales y de la puerta eran de plata pura. Un elfo vestido con un elegante traje negro se apresuró a recibirlos incluso antes de que hubieran desmontado.

—Teniente de la esmeralda Almic —saludó el mayordomo inclinándose levemente—. Que sorpresa tenerlo aquí.

—No nos quedaremos mucho tiempo, Willston —dijo el soldado detrás de ella mientras desmontaba—. ¿Está lord Milstog?

El mayordomo miró nerviosamente a Keira antes de volver su atención al teniente.

—Sí, está en el salón de reuniones, pero seguro no le molestara su interrupción.

Almic asintió y jaló a Keira del brazo sin importarle que aquello pudiera hacerle caer. Gruñendo Keira se levantó del suelo y entrecerró los ojos en el teniente obligándose a contar despacio con la intensión de calmarse.

—Loran encárgate de los unicornios —ordenó Almic a su compañero antes de agarrar la muñeca de Keira y arrastrarla al interior de la mansión.

Keira no se molestó en mirar su alrededor, en cambio se concentró en escuchar los susurros de los empleados. La mayoría de ellos callaban al verlos, pero no tardaban en retomar sus conversaciones tan pronto los pasaban.

—...lord William se enojó una vez más con Catherine, la pobre tuvo la desgracia de tropezar en el campo de entrenamientos en un mal momento y...

—...Parece que uno de los soldados de lord William cometió un error y está hablando con él.

—¿Qué no era con Catherine? Sea con quien sea, no debe estar pasando un rato agradable.

Instinto AnimalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora