Los apresurados pasos de Taranis resonaron por los estrechos pasillos de piedra, los guardias que había allí se inclinaban a su paso intentando no enojarlo más de lo que ya estaba. El pétreo rostro del kelter brillaba bajo la luz de las farolas dejando ver la ira de sus azules ojos y el brillo plateado alrededor de su cuerpo —característico de su raza—, titilaba con fuerza dándole un aspecto más sombrío.
Luego de varios minutos finalmente se detuvo frente a una puerta de metal custodiada por dos guardias, estos al verle se apresuraron a abrirla revelando un hombre encadenado colgando del techo. Detrás de él un mercenario estrellaba con fuerza el látigo en su espalda consiguiendo que el hombre gimiera varias veces de dolor.
Impasible ante la vista, Taranis entró en la celda y se paró frente al hombre encadenado evaluando su amoratado rostro. El mercenario se detuvo.
—¿Y bien? —preguntó fríamente el kelter.
—No ha dicho una palabra, milord —le aseguró el mercenario haciendo una mueca.
Furioso Taranis golpeó el rostro del güindar asegurándose de hacerle el mayor daño posible. Liam gimió, pero levantó la mirada hacia él, enfrentando sus enojados ojos con determinación.
—¿Dónde está? —rugió Taranis.
—No te lo diré.
Taranis le dio un puñetazo en el estómago y Liam tosió sangre.
—Deberías pensar mejor tus respuestas, Liam. Puede que decida hacerte esta misma pregunta frente a tu esposa e hijos.
Liam apretó la mandíbula, obligándose a mantener la calma pese al temor que crecía en su interior.
—¿Qué te hace pensar que los puedes encontrar? —Al ver la sorpresa en los ojos de Taranis, supo que él no se había tomado el tiempo de investigar todo—. ¿Realmente pensaste que no iba a encargarme de ellos antes de ayudar a esa pobre chica?
La duda que su pregunta le causó, enojó aún más a Taranis.
—Mientes.
—Sabes que no. Además, no hay manera que vuelva a permitirte que los uses a ellos para obtener lo que quieres de mí. Ya suficiente daño le hice a esa chica como para ayudarte con más, si quieres encontrarla haz que tus hombres la busquen.
Taranis entrecerró los ojos. Y Liam sonrió.
—No han encontrado su rastro, ¿o sí? —preguntó con satisfacción. Le alegraba saber que ella había podido escapar.
Taranis miró fijamente a Liam por unos segundos antes de hacerle una señal al mercenario. El chasquido del látigo resonó en la celda mientras el kelter se marchaba de allí. Necesitaba enfriar su temperamento y pensar con claridad, su fierecilla rebelde era astuta y difícil de atrapar; podía moverse con facilidad en los bosques sin dejar rastro alguno, pero también sabía cómo pasar inadvertida en medio de una multitud. Comenzaba a arrepentirse del entrenamiento que le había dado.
—¿Aquel inútil habló? —preguntó una voz femenina, tan pronto Taranis llegó a su oficina.
Saliendo de sus pensamientos Taranis levantó la mirada, encontrando a Saihre sentada en su escritorio. Llevaba un corto vestido rojo que revelaba gran parte de sus largas piernas y un pronunciado escote. Sintiendo su mirada Saihre sonrió y cruzó las piernas dejándole ver más de su cremosa piel.
—¿Y bien? —preguntó.
—No —gruñó Taranis cerrando la puerta de la oficina—. El bastardo incluso se atrevió a retarme.
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Instinto Animal
FantasyEllos detuvieron la guerra... Siglos atrás cuando Crystalia estuvo sumida en la oscuridad, un grupo de valientes tomaron la decisión que cambiaría el transcurso de la historia. Aseguraron que la magia prevaleciera y que los inocentes no sufrieran. A...