capitulo XIX

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Sissi


El primer mes recorriendo Sjöberg fue maravilloso. Al menos para mi y para Vincent.

Ansgar, gracias a los dioses, lo estaba pasando pésimo.

La gente le odiaba, y para sorpresa de todos, especialmente la mía, el pueblo me adoraba, y me recordaba constantemente lo felices que serian los días cuando yo me convitiera en Reina.

Me pedían, todas las veces, que pensara en ellos, en sus miserias y en su dolor, sus deudas, su miedo. Que pensara en ellos y que, aquel momento en que yo subiera al trono, recordara que el pueblo me amaba, y que trabajara por ellos, por darles una vida mas digna.

A Vincent si era posible, lo amaban mas aun. Quizás la bella y cálida sonrisa que le dirigía a todos, fuera de ayuda para ganarse ese cariño.

Varias veces me quedada observando como se desenvolvía con las personas, como lograba encantar a todos.

Una noche, tocó la puerta de mi habitación y me entrego cientos de rosas rojas. Me contó que había ido a buscar un par de flores para mi, pero que cuando los comerciantes notaron quien era el y para quien quería el regalo, le habían llenado los brazos y le dijeron que si quería mas, que porfavor fuéramos a verlos apenas se nos permitiera.

— Quieres ir mañana? — preguntó.

Le dije que si y luego me dormí.

Feliz y emocionada.

Me había pasado días en una nube de felicidad y paz.

Aunque a veces el dolor de mi corazón se volvía casi físico, cuando pensaba en que Ansgar pretendía obligarme a casarme y dejar a mi pueblo a su merced.

Sabia que la amenaza de Vincent había provocado un efecto en el rey, pero no sabia por cuanto tiempo se quedaría sentado, aceptando mi rechazo a obedecer.

Al otro día estaba de pie en mi habitación en la posada donde nos estábamos quedando. Nos quedamos en ese lugar con algunos de nuestros guardias, el resto se quedo en otra con el rey y el resto de los invitados.

En ese momento estudiaba todos mis vestidos, estirados sobre la cama.

Había llevado varios de ellos en rojo, uno verde, uno azul, otro violeta, y al final había decidido agregar uno blanco.

Era de un material ligero, cerrado hasta el cuello, solo se acentuaba a las curvas en mi torso y luego caía con delicadeza hasta mis pies, y seguía fluyendo por el suelo, como una nube.

Era maravilloso, pero nunca quise usarlo.

Considerando el color de mi piel y mi cabello, me hacia sentir extraña al usarlo. Sentía que me perdía con el.

Pero hoy estaríamos rodeados de color, estaría con Vincent, y quería hacer algo distinto.

Cuando salí, al ir bajando las escaleras, noté que todos los que estaban en el bar se giraron para mirarme.

Me quedé de pie unos segundos, intimidada, y luego me giré para ir a mi habitación a cambiarme.

— Mi señora — gritó Dary a mis espaldas.

Se acerco, me tomó la mano, y me acompaño a bajar los últimos peldaños.

— Sigrid, te ves maravillosa — me dijo, cerca del odio.

— Gracias — dije, sonriendo, avergonzada.

Vincent apareció después frente a nosotras.

Hizo una reverencia.

Heredera de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora