Capítulo 5

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A ella no le gustaría, pero así es la vida. Su padre, que era un oficial de la policía, le había dado infinitas charlas sobre la integridad y Natalia estaba decidida a vivir según esos ideales. Los mismos ideales que habían roto el matrimonio de sus padres cuando ella tenía quince años.

Natalia, sencillamente, tendría que dejar de preguntarse qué sería más suave, el vestido negro que llevaba la rubia... o su piel.

Aunque esa resolución le haría más felíz si no estuviera pensando ya en el martes.

                                ***

Recordándose a sí misma que había lidiado con altos dignatarios, con celebridades y con la mafia, Natalia pulsó el intercomunicador.

-Gracias por avisarme - le dijo a la recepcionista y se aseguró de que su moño deshecho de color azabache estuviera presentable.

No estaba nerviosa por la reunión con Alba Reche. La tensión era debida a que... iban a verse otra vez. Claro que estar tensa porque iba a ver a Alba Reche tampoco era lo más lógico.

Natalia se echó hacia atrás para apoyarse en el respaldo de la silla... la silla crujió y ella pensó que debió haberle hecho algo malo al encargado del almacén para que le encasquetara algo tan inapropiado. Y entonces recordó, demasiado tarde, que la silla estaba rota. Estaba intentando echarse hacia delante cuando Alba entró en el despacho.

-Toc, toc - bromeó ella.

Genial. No era precisamente la imagen seria e indomable que había querido dar, pero en fin...

Natalia se aclaró la garganta. Iba a arreglarse la chaqueta de cuerro morada cuando recordó que no la llevaba puesta y que estaba colgada en el pequeño perchero de su despacho.

-Buenos días, señorita Reche. Por favor, siéntese - le indica con la mano la silla al frente de su escritorio. Ella miró la silla con una ceja levantada.

-¿Segura que puedo? - preguntó mirando al rededor. El mobiliario de su despacho consistía en un escritorio, dos sillas y una papelera. Con todo el dineral que debería estar ganando... podría amueblar bien su despacho, pensó.

-¿Mi despacho no está a su altura, señorita Reche? - Alba soltó una carcajada.

- Esto es un palacio comparado con mi última oficina que solo consistía en una caja y un ordenador portátil. Pero Joan prometió que iríamos a un sitio mejor y ha cumplido su palabra.

¿A qué precio? Se preguntó Natalia.

Por lo que había leído, Joan Garrido era un hombre empeñado en conseguir el éxito. ¿Tanto como para convencerse a sí mismo de que "tomar prestadas" ciertas ideas de una escritora estaba bien?

Y si Alba se ganaba el sueldo apoyando a un ladrón...

-¿De qué quería hablar conmigo exactamente, señorita Reche? - preguntó con un tono más abrupto del pretendido.

Aquella chica la ponía de los nervios. Ella prefería las cosas en blanco y negro, como su columna. La atracción que sentía por ella era peligrosamente gris.

Alba planchó una invisible arruga en su pantalón tratando de ganar algo de tiempo.

-He venido a invitarla a una cena... en nombre del señor Garrido - dijo con algo de nerviosismo.

-¿Porqué? - preguntó con una ceja levantada.

-Por ahora, usted solo ha dado una visión de la historia, sin hacer caso de nuestros comunicados de prensa...

-El Mundo no tiene por costumbre hacer de portavoz de nadie, señorita Reche. Nosotros damos noticias, sencillamente - se cruza de brazos.

Alba se puso colorada.

Un Romance Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora