Alba estaba mirando alrededor mientras se apagaban poco a poco las luces. El festival benéfico había sido todo un éxito, y eso significaba dinero para muchas familias, de modo que tenía motivos para estar contenta. Pero no lo estaba. Estaba más bien nerviosa mientras buscaba a Natalia con la mirada.
Se había quedado a su lado toda la mañana, sin interferir en su trabajo en absoluto. Incluso se ofreció a hacer de jurado en uno de los concursos de videojuegos.
Aunque normalmente a Alba no le gustaba tener a alguien que estuviera observando cada movimiento que hacía, le gustó tener a Natalia cerca. Estaba muy ocupada, pero de vez en cuando levantaba la mirada y allí estaba ella. Cuando sus miradas se encontraban todo y todos alrededor desaparecían por un momento.
Aunque Joan evitaba a la periodista, se alegraba de que su jefe hubiese hecho caso, al fin, de los consejos de su abogado, Damion Frost.
A la hora de comer, Natalia había insistido en que comieran juntas y Alba descubrió que la periodista no sólo era una gran aficionada al cine, sino que también algunas de las películas favoritas de Natalia Lacunza eran también sus favoritas.
Aunque le desesperó que, según la periodista, cualquier película con Elsa Pataky fuera una película que había que ver.
«Esa mujer es un pivonazo», le había dicho.
Poco tiempo después, alguien le informó de que había un problema técnico en una de las casetas de venta, y cuando fue a solucionarlo le perdió de vista a la morena.
La mayoría de los invitados se habían ido ya a casa y sólo quedaban unos pocos que estaban comprando objetos en las casetas de artesanía.
Alba era la primera en llegar y la última en marcharse. Pero aquella vez, Lola se había ofrecido voluntaria porque ella tenía que ir a cenar a la casa de sus padres.
No le quedaba nada más que hacer que ponerse el abrigo... pero no quería irse sin despedirse de Natalia.
A menos que ella se hubiera ido sin decirle nada. Adiós, tal vez.
Suspirando, decidió que no podía esperar más a la morena, o su madre le echaría una bronca por llegar a la hora del postre. Pero cuando intentó arrancar el coche, empezó a oír un horrible ruido: una especie de chac, chac, chac que le resultaba muy familiar.
Oh, no. Ese sonido... Era el que había oído unas semanas atrás cuando Natalia Lacunza sólo era una molestia en su vida.
Alba intentó arrancar de nuevo, pero nada se pudo hacer. El chac, chac, chac era constante pero el coche no se movía del lugar.
La rubia dudaba entre llamar al Carglas o llamar a su madre. Sin duda, su madre le echaría una bronca por no haber llevado el coche al taller.
Al Carglas, decidió, definitivamente.
Marcó el número y, de inmediato, saltó el contestador con música navideña pidiendo que esperase un rato.
Alba se preguntaba por qué estaba esperando en el frío coche en vez de volver al aparcamiento, que estaba más calentito. De repente oyó un golpecito en el cristal de la ventanilla.
-¡Nat! Pensé que te habías ido.
-¿Sin decirte adiós, rubia?
-Es que te he estado esperando después de buscarte, pero no aparecías, así que pensé que te habías ido.
-¿Qué te pasa? - preguntó la morena.
-Mi coche no arranca y estoy esperando a hablar con alguien del Carglas.
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Un Romance Casi Perfecto
Historia CortaTodas las mañanas, Alba Reche necesitaba dos tazas de café más fuerte para enfrentarse a su trabajo de ejecutiva y, sobre todo, a su jefe, que resultaba ser su ex novio. Pero toda esa cafeína jamás conseguía quitarle el sueño, solo con pensar en su...