Capítulo 7

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Alba se dió la vuelta al escuchar esa voz, más fría que el océano antártico. Según Laura Madrueño del tiempo en T5, esa noche aparecería un frente Ártico sobre Madrid.

-No, no - murmuró apartándose a toda prisa de Joan.

¿Por qué se apartaba a toda prisa de Joan? ¿Es que eso la haría sentirse culpable? ¿Culpable de qué? Abrazar a un amigo en navidades no era un escándalo. Ni siquiera para una periodista dispuesta a inventarse una historia.

-Joan, te presento a Natalia Lacunza, la estimada columnista de El Mundo. Señorita Lacunza, mi jefe, Joan Garrido.

-Señor Garrido, le agradezco que me haya invitado - dijo la periodista.

El programador y la periodista empezaron a charlar y, aunque su plan inicial había sido vigilar y controlar la conversación por si Joan decía algo inconveniente, Alba apenas estaba escuchando. Pero sí estaba mirando.

Natalia llevaba un jersey blanco de cuello alto y unos pantalones y botas militares. El cuello alto del jersey resaltaba su hermoso cuello y barbilla... y su torso, con la curva de sus pechos. Se imaginaba que la periodista era en ese momento algo rico que podía comerse con nata.

Aunque seguía hablando con Joan, Natalia la miró un momento... No podía saber lo que estaba pensando, ¿verdad?

-Señor Garrido, debería saludar a todo el mundo antes de que empiece la cena - sugirió Alba.

Joan asintió.

-Guarda un sitio para la señorita Lacunza a mi lado. Es nuestra invitada de honor.

-Sí, por supuesto.

Luego se volvió para mirar a Natalia con una expresión desafiante como diciendo: «No te tengo miedo». Podía hacer que se le quedara la boca seca y que sus hormonas se pusieran como tontas, pero no le daba miedo. No, señor.

-Me alegro de que haya podido venir, señorita Lacunza. Sé que es una mujer muy ocupada. - «y muy sexy», pensó Alba.

Entonces, de manera totalmente inesperada, la periodista le levantó la barbilla.

-De modo que se alegra de verme, ¿eh?.

Alba dió un paso atrás. Más que nada por no dar un paso adelante.

-Debería haber dejado claro que la invitación era para dos. Podría haber venido con su amiga... Alicia, ¿no?.

«Buen trabajo, Alba. No pareces en absoluto afectada». ¿Quién hubiera sabido que era capaz de una interpretación digna de un Oscar?

-Alicia ha salido con su marido.

-¿Está casada? - Alba abrió los ojos como platos. Seguro que había metido la pata.

-Sí - sonrió Natalia - Alicia y su marido, Tony, son lo más parecido a una familia que tengo en Madrid.

-Ah.

Por un momento, a Alba se le quedó la mente en blanco. Y luego sintió un alivio absurdo, para su gusto. De modo que la pelirroja estaba casada... No era su novia.

-Deberíamos pasar - dijo, aclarándose la garganta.

-Después de usted - dijo la periodista haciéndose a un lado para cederle el paso - Por cierto, bonito vestido.

La sensual apreciación que vió la rubia en los ojos de la morena la dejó un momento sin voz. Mejor, pensó. Así no podía preguntarle qué le parecería verla sin el vestido.

                                  ***

Natalia se echó un poco hacia atrás para dejar sitio a la camarera que estaba repartiendo los platos de ensalada. Alba estaba jugando con su ensalada a la vez que estaba sumergida en sus pensamientos, y de la nada, sus pensamientos la jugaron una mala pasada.

Un Romance Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora