Capítulo 9

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Alba asintió con la cabeza, pensativa. No podía permitir que acorralase a Joan.

A pesar de que Joan pensaba que la cena había ido de maravilla, Alba no estaba de acuerdo. Pero su jefe estaba con Damion... ¿los consejos del abogado harían que fuera más discreto?

Sólo podía esperar que fuera así.

En cualquier caso, no quería que Natalia supiera que la alarmaba su presencia.

-Estoy segura de que saldrá enseguida.

-Esther me ha dicho que tardaría cinco minutos y he decidido pasar a saludarte. Es una chica muy encantadora, por cierto. Me ha ofrecido galletas.

-Sí, es la menor de aquí y es como una hermanita para todos.

-Parece que sóis la empresa más unida de Madrid. - comentó Natalia - Sóis casi como una pequeña familia.

-¿Perdón?

-Joan es como un hermano mayor que sólo quiere lo mejor para sus empleados y Esther la típica y adorable hermanita encantadora. Faltan los tíos y la abuelita que...

-¿Te parece raro que a Joan le importen sus empleados? - la interrumpió Alba, irritada por el comentario de la periodista.

-Dijiste que no leías mi periódico, pero supongo que leerás otros periódicos, ¿no?

-Claro.

-Entonces, supongo que sabes cómo funciona el mundo. Mira, no soy tan cínica como crees. Sé que hay personas decentes en el mundo, pero tampoco soy tan tonta como para confiar automáticamente en gente que destila falsa amabilidad.

-Joan no "destila" - obviando las comillas - falsa amabilidad, es que es amable. Es, básicamente, una persona decente.

¿Por qué le parecía tan difícil de creer?, se preguntó Alba. ¿Qué clase de mujer era Natalia Lacunza ? No parecía una amargada. ¿Algo en su pasado la predispondría a pensar lo peor de los demás?

-La verdad es que me das pena - dijo Alba entonces.

¿Lo había dicho en voz alta? No era su intención y lo lamentó de inmediato, internamente, claro.

-Guárdate la pena para otra, rubia - replicó ella clavando su mirada en sus ojos -. Para la gente cuyas ideas roban los demás, ejemplo.

-¡Otra vez con eso! ¿Has venido aquí para...? - Alba no terminó la frase al ver a Agoney en la puerta.

-Siento molestarla, señorita Reche. Había venido para hablar, pero... volveré en otro momento.

Alba suspiró. Primero la pillaba gruñendo y luego discutiendo con Natalia. El pobre debía pensar que era una bruja.

-Lo siento, Agoney. Si quieres pasarte mañana por aquí...

-No pasa nada, señorita Reche. Sé que está usted muy ocupada. Además, no es importante.

-¿Conoces a Natalia Lacunza ? Agoney Sánchez es uno de nuestros más brillantes...

-Es usted la periodista, ¿verdad? La que está cubriendo lo del...- Agoney la miraba con los ojos como platos. -. Tengo que irme, señorita Reche. Siento haberla molestado.

Agoney salió corriendo y enseguida las dos mujeres oyeron un: «¡Ay, mira por dónde vas, chiflado!». Aparentemente, Lola había vuelto de la imprenta.

Ahora más cansada que enfadada, Alba se volvió hacia Natalia. No sabía pr qué se había dejado provocar de esa manera.

-Parece que no soy bien vista en esta empresa - bromeó Natalia - Pero, ¿de verdad parezco un mounstro? Ese chico parecía aterrado.

Un Romance Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora