Capítulo 8

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María y Carlos estaban viendo ¡La la land! en la televisión cuando Alba hizo su entrada.

-¿Qué vamos a hacer mañana por la noche?

-¿Mañana? - preguntó María perpleja.

-¿No habías dicho que íbamos a salir? - se quitó los zapatos - Mañana estoy libre y si conocéis a alguien interesante...

-Estás muy guapa, rubia - dijo Carlos - ¿Vestido nuevo?

Alba asintió. En realidad, no debería haber comprado ese vestido. Más bien, debería haber comprado una armadura. Natalia apenas la había tocado, pero cada vez que se rozaban y sus pieles entraban en contacto sentía escalofríos.

«Es guapa, interesante, una mujer con principios. Tiene sentido común, no le gustan los teatros absurdos... ¿he mencionado lo guapa que es?».

Había pasado mucho tiempo desde que terminó con Joan y esa no había sido precisamente una relación apasionada. De modo que quizá su reacción ante Natalia estaba magnificada por que no mantenía una relación apasionada con alguien.

Solución: encontrar un hombre. Rápido... O tal vez una mujer. A ver si le provoca la misma sensación que le provoca la periodista.

Nunca se acostaría con nadie para no fantasear con Natalia, claro, pero al menos saldría el sábado por la noche. Si María y Carlos tenían un amigo interesante...

-¿Segura? - preguntó María.

-Fue idea tuya, guapa. Además, después del horror del espectáculo al que me llevó Luis...

-Sí, creo que Luis ha quedado marcado para siempre por esa experiencia. - rió Carlos - pobre amigo mío.

-Te veo muy entusiasmada. - dijo María - ¿Qué ha pasado en esa cena? - preguntó levantando repetidas veces las cejas.

-Nada. Era una cena de trabajo.

A menos que contase lo que sentía cada vez que Natalia Lacunza la miraba.

Incluso hubo un momento en que pensó que la besaría. Y si hubiera pasado...

-Me habría derretido como un helado - murmuró.

-¿Qué?

-Nada.

-Yo creo que estaba hablando de un helado - dijo Carlos, que, como todos los hombres, nunca se enteraba de nada -. ¿Queréis un helado?

Ni la rubia alta ni la rubia bajita contestaron. De modo que Carlos se levantó y se fue a lo suyo.

-¿Vas a contarme lo que ha pasado? - preguntó María en voz baja -. ¿Ha ido con la pelirroja?

-No, ha ido sola. Está soltera y a las dos nos gusta vivir solas, para que te enteres.

-Dice la mujer que me suplica que le busque una cita.

No la estaba suplicando, rogando tal vez.

-Eso es diferente - protestó Alba -. No estoy buscando un novio, solo alguien con quien poder salir a cenar. ¡Y fue idea tuya!

-No un novio, alguien... Me apetece. ¿Quieres que te busque una chica? Sólo para ver si con ella te pasa lo mismo que con la periodista.

-¡Que no me gustan las chicas! Lo de Lacunza es... No sé, pero...

-Venga, Alba. No pierdes nada con intentarlo.

-Tienes razón, no pierdo nada. De acuerdo.

-Tengo una amiga... una chica que estudió decoración conmigo. Julia. Rompió con su novia hace poco, así que, puede que esté libre. Le mandaré más tarde un e-mail. Podríamos ir a Urban 58 a tomarnos algo después de cenar.

Un Romance Casi PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora