Alba se preguntaba qué sería capaz de hacer la periodista. Y, entonces, para ponerle a prueba repitió el gesto.
Natalia juntó sus labios con los de Alba en una suave explosión, más torpe que estudiada, más apasionada que tierna. Y cuando sus lenguas se encontraron, Natalia la aplastó contra su pecho.
Empujándola suavemente, la apoyó en el coche y enredó sus dedos en su pelo. Los suaves gemidos de Alba eran como música para sus oídos.
Se besaban con desesperación.
-Espera, Nat... - dijo Alba con el poco aire que le quedaba -. Esto... esto no puede ser... Bueno, yo también quiero, pero ¿no crees que...?
Natalia intentó hacer funcionar al menos un par de neuronas para concentrarse en lo que Alba estaba diciendo. Desgraciadamente, la neurona que le quedaba no parecía estar riendo al cien por cien.
-¿Qué pasa? - le preguntó.
-Esto. Tú, yo, Joan...
-Pensé que no íbamos a hablar de él.
-Yo preferiría no hacerlo, te lo juro. Pero, ¿no crees que deberíamos si vamos a...?
-Oh, Dios. Ya entiendo lo que pasa aquí - se llevó las manos a la cabeza y tratatando de recuperar algo de aire -. Me estás diciendo que si voy a besarte, necesitas saber que no voy a escribir sobre tu empresa, ¿es eso?
-¡No, claro que no! - exclamó Alba sorprendida.
Pero Natalia no dejaba de preguntarse por qué había empezado a pensar en Joan cuando ella sólo pensaba en besarla.
-Alba, esto ha sido un error.
-No me digas - replicó la rubia, irónica -. De haber sabido que creerías que era una maniobra para que no hablases de Juegos Garrido en tu columna, no te habría besado. Aunque ahora que lo pienso, no te he besado.
Después de recordarle que ella había sido la instigadora del beso, Alba entró en su coche y cerró de un portazo.
Natalia golpeó el cristal de la ventanilla del coche y Alba bajó el cristal.
-¡Qué!
-Nada. Vete.
-Bien.
Natalia podía haber dicho que ella le había devuelto el beso con entusiasmo, pero estaba demasiado ocupada apartándose de su camino. Alba parecía dispuesta a salir de allí a toda velocidad, y si le pasaba las cuatro ruedas por encima de los pies, seguramente, lo consideraría un castigo.
***
-¡Pizza! - anunció Natalia el viernes, cuando Alicia le abrió la puerta.
-Ah, qué bien. ¡Tony, ya está aquí el chico de la pizza!
-Pensé que era una amiga bienvenida, pero ya veo que sólo soy "el chico de la pizza".
-Qué hambre tengo - rió Tony -. Pensé que ibas a perderte la primera parte.
-De eso nada. Llevo toda la semana esperando este partido.
Sí, aquella semana, además de trabajar, había soñado con ver El Clásico en casa de los González. Y furiosa consigo misma por haber besado a Alba Reche. Aunque no tenía claro si, de volver a tener la oportunidad, no la besaría o... intentaría volver a besarla cuando ella se apartara. Cualquiera de las dos opciones habría sido mejor que acusarla de Mata-Hari.
«Ya está bien», se dijo a sí misma. Estaba harta de pensar en el asunto. No iba a pasarse otra noche pensando en lo mismo. No iba a pasarse la noche recordando cómo la rubia miraba la muñeca en el escaparate o cómo su perfume hacía que la fría noche de Madrid pareciera una noche de primavera.
ESTÁS LEYENDO
Un Romance Casi Perfecto
Historia CortaTodas las mañanas, Alba Reche necesitaba dos tazas de café más fuerte para enfrentarse a su trabajo de ejecutiva y, sobre todo, a su jefe, que resultaba ser su ex novio. Pero toda esa cafeína jamás conseguía quitarle el sueño, solo con pensar en su...