Alba se sintió tan desorientada como un iceberg en las Bahamas.
-¿Qué has dicho?
-Lo has escuchado perfectamente. ¿Hay algo entre vosotros?
-¿Lo preguntas porque es parte de tu investigación o por celos, Lacunza? - preguntó con un tono chulo.
-Ese niñato no me llega ni a los talones, Reche. No tengo por qué sentir celos de él. Lo pregunto porque quiero saberlo.
-Salimos durante un tiempo. Nada serio. Ahora sólo somos amigos.
Ella asintió en silencio, pero sus ojos parecían preguntar: ¿hay algo entre tú y yo?
Si intentaba besarla todo el mundo en la empresa lo comentaría. Y si no intentaba besarla... en fin, muy posiblemente lo intentaría ella. El resultado sería un rechazo o el mencionado escándalo en la empresa.
Lo que tenía que hacer era alejarse de ella. Ahora. Quizá hacer lo mismo que Lola, irse a casa. A casa... donde María está organizando una cena con Julia. El apartamento, su compañera de piso, una cena que no había podido cancelar...
-Tengo que hacer una llamada urgente...
-Espera, Alba. No estarás enfadada por lo de Lola, ¿verdad?
-No, no, qué va - contestó ella.
-Me alegro - sonrió Natalia -. No suelo utilizar mis encantos con las mujeres para sacarles información... Y si hubiera querido hacerlo, no sería con Lola. Lola es muy guapa y bonita, pero no es mi tipo. Sería contigo y - se inclinó hacia la rubia y le habló al oído - primero te haría mía. Hipotéticamente hablando.
Aunque no había nada hipotético en su forma de mirarla.
El aliento de la periodista en la zona del cuello de Alba provocó una corriente eléctrica que recorrió todo el cuerpo de la rubia y se centró en la zona baja de su vientre.
-Hipotéticamente - apenas le salía la voz -, si quisieras sacarme información, lo único que conseguirías sería un polvo, digo, una mirada de reproche por mi parte.
-Me atrae más la idea de echarte un polvo - Alba tosió -. Pero tus miradas de reproche empiezan a gustarme - Natalia sonrió. -. ¿Quieres que cenemos juntas esta noche? Podría intentar sacarte algo de información.
-¿Qué?
-Lo sé, lo sé. Sólo conseguiría tus miradas de reproche, pero ya te he dicho que me gustan.
Alba se inclinó a un lado de la cabeza. Natalia Lacunza estaba hablando en su idioma y ella tenía un título universitario, pero su cerebro no parecía capaz de procesar esas palabras.
-¿Acabas de invitarme a cenar?
-Eso parece, ¿no?
Alba iba a decir que no, por supuesto. Tendría que estar loca para decir que sí.
«Pero sería una buena excusa para no cenar en casa», le dijo una vocecita.
Alba ya conocía esa vocecita, era la que siempre le decía que considerara una mala decisión.
Quizá cenando con ella terminaría con esa tensión, con esa curiosidad, con ese misterio, con ese cosquilleo...
-Me parece muy bien - contestó, sin hacerle caso a su sentido común -. Pero antes tengo que hacer una llamada. Decide dónde y a qué hora vamos a quedar.
Así podría irse a casa... para cambiarse de ropa y arreglarse un poco. O también podría irse a casa y no salir más.
«No tiene por qué ser una decisión insensata», se dijo a sí misma. Quizá cenar con Natalia sería una buena idea. Podría ponerla de su lado... muy de su lado... No, mejor no seguir por ahí.
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Un Romance Casi Perfecto
Short StoryTodas las mañanas, Alba Reche necesitaba dos tazas de café más fuerte para enfrentarse a su trabajo de ejecutiva y, sobre todo, a su jefe, que resultaba ser su ex novio. Pero toda esa cafeína jamás conseguía quitarle el sueño, solo con pensar en su...