Día 24: Cuando la curiosidad mató al demonio

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Hospital St. Mary, miércoles, 5:15 PM

Mi rayado compañero:

                                        Hoy te escribo mientras espero que el doctor que debe darme el alta se desocupe y me vea. Creo que se va a tardar un rato, porque acaba de pasar mirándome con mala cara mientras comentaba "si no la trajo la policía o alguno de sus amigos seguro puede esperar, ¿verdad?". Puede que no le haya gustado mi disfraz de pony de la última vez, y aún menos que no haya dicho dónde fue que conseguí drogarme hasta las pestañas, llegar a emergencias desmayada y preguntar dónde estaba mi pijama al despertar. Prioridades, que le dicen.

Volvamos a la cajita gris plateada con su moñito blanco. La sostuve en la mano sin poder creer lo que veía. "¿Este tipo está loco?" pensé, consternada. ¿Cómo se le ocurría hacer algo así? Sabe muy bien que vamos en serio, pero no tanto. Un centenar de preguntas comenzaron a estallarme dentro de la cabeza. ¿Qué debía hacer? ¿Bajar corriendo y sacudirlo? ¿Colgarme de su cuello y desarmarlo a besos? ¿Quitarle el bolso y correr desaforada hacia el horizonte?. Mierda, cuánto necesité a Pat, pero ella no estaba disponible para que le fuera con mis pavadas. Intenté salir adelante solita, como pudiera. Guardé la cajita tal y como la encontré, y aunque evalué un instante abrirla y ver su contenido, supe que jamás lograría cerrarla de la misma manera. El estómago me rugió furioso, y después de una última visita táctica al baño, estuve lista para emprender el viaje a Savannah encerrada durante horas con un Drew casi imposible de resistir tu mirada con la ropa puesta, su cajita, mis entrañas revueltas y las preguntas revoloteando por todos lados.

El viaje fue un I-N-F-I-E-R-N-O. Andrew tardé como tres cuadras en darse cuenta de que sucedía algo, pero afortunadamente pude distraerlo con los sonidos de mi estómago. "Mejor nos quedamos en casa... siempre podemos viajar otro día" sentenció. Me negué rotundamente, oye, no iba a tener la reunión con sus compañeros hasta el año siguiente... Demon Demon Demon, no sabes ver una salida honrosa ni aunque te la estampen en la frente. Seguimos viaje escuchando música tranquila, y afortunadamente logré dormirme casi hasta llegar al hotel. Me gané el premio a la peor copiloto del año, sí, pero al menos disimulé la temible incertidumbre que me estaba dominando.

El evento fue en el Marriott, justo frente al río. Drew reservó habitación en otro hotel más pequeño, una mansión convertida en hotel boutique. Ah, ojalá pudiera describírtelo y hacerle justicia, pero seguramente nunca lo lograría. Todo el lugar era precioso, romántico y delicado. La suite que teníamos asignada no era menos que increíble, con una cama fantástica, unos sillones comodísimos y un balcón con vista al parque. Perfecto. Terminé de maquillarme y chequear todo mi atuendo, y Drew ofreció, nuevamente, que nos quedáramos. Volví a negarme, asegurando que todo estaba bien, pero me miró con el ceño fruncido. "Sé que sucede algo mi amor, por favor dime". Le di un beso en la nariz y le pedí que me abrazara. Salimos hacia la reunión tomados de la mano... aún me sorprende que no notara mi temblor constante.

Déjame que te resuma la cena en dos oraciones: primero, en mi vida entera nunca jamás presencié tal rejunte de pomposos pedantes juntos; y segundo, temí que a Drew se le trabara la mandíbula de repetir una y otra vez las respuestas a las mismas preguntas.

¿Estás trabajando en alguna firma? ¿A qué te dedicas? -- Respuesta: "Soy chef"

Expresado en tono alarmado y cara de horror¿Eres... chef? ¡Pero si eres Licenciado en Negocios de la Universidad Emory! -- Respuesta: "Lo sé... pero no es mi vocación. Soy muy feliz siendo chef"

Expresado en tono confidente ¿Es que no conseguiste trabajo en el rubro? Sabes, tengo un amigo/cuñado/padre/conocido X que... -- Respuesta: "Te agradezco, pero en realidad tengo mi propio restaurante... y soy muy feliz siendo chef"

Diario de un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora