Capitulo 3

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 ¡Hola! Ya es viernes, así que toca nuevo capitulo, se que las cosas han ido algo lentas entre Katniss y Peeta, pero pienso que en este capitulo avanzan un poco mas. Espero que les guste

 Una semana después, el total silencio de la casa me resulta escalofriante, me levanto de la cama y bajo a la cocina, Sae ya ha venido y me ha preparado el desayuno, me siento en una silla de la mesa y me dispongo a comer todo lo que mi estómago me permite. Cuando termino, subo de nuevo a la habitación, me doy cuenta de que he perdido la cuerda que traía, pues aunque mis dedos no han sanado del todo, siento una verdadera necesidad de mantenerme ocupada y distraída, y despejar mi mente de todo recuerdo, así que voy al cuarto de mi madre para ver si no tiene algún hilo o listón que me ayude para sustituirlo, la puerta se encuentra un poco abierta, la empujo y en su cómoda, que esta entreabierta, está colgado uno de los vestidos de Prim, toco la suave tela con mucho cuidado, temiendo que, al tocarla esta se desintegre entre mis dedos, pero no lo hace. Lo descuelgo y abrazo el vestido, aún conserva algo de su aroma pero el de humo es aún más fuerte, la ventana se quedó abierta, por lo que deduzco, llego humo desde el Distrito cuando este se quemaba que llego hasta aquí. Las lágrimas salen sin permiso, empapando parte de la tela, cierro los ojos con fuerza tratando de detener la histeria que amenaza con apoderarse de mí, pero eso no sirve más que para recordar su imagen ardiendo en llamas, pues en la oscuridad el fuego se aviva más, mi hermana...mi patito...mi Prim...se ha ido para siempre. Y yo no pude salvarla y me odio por eso, de hecho odio a casi todo el mundo.

—¡Yo debí de ser la que muriera! ¡No ella!— le grito a la nada— Yo fui la que comenzó todo esto, yo debí de haber pagado las consecuencias— sigo gritando

Al darme cuenta de mis palabras, me percato de que si estoy pagando las consecuencias,  me quede sola, sin familia, sin hermana, con la culpa de no haberla podido salvar, loca y traumada a causa de todo lo que viví, con culpabilidad de todas las muertes que cause, con horribles pesadillas todas las noches y con recuerdos e imágenes que siempre estarán ahí, y cada día debo de vivir con eso, la muerte es más sencilla que todo esto, el dejarme vivir  es un castigo más grande que dejarme morir, Snow se aseguró de eso.

El dolor se convierte en rabia, aprieto con fuerza los puños, hasta llegar al punto de que los nudillos se me pongan blancos, dejo el vestido a un lado y descargo toda mi rabia, grito y maldigo rompiendo todo lo que me encuentro en la habitación, me hago un ovillo en el suelo y rompo a llorar, últimamente he tenido un muy frágil control de la situación, pues con cada cosa que me recuerde los juegos, la guerra o a Prim; exploto. El doctor Aurelius dice que voy "progresando" pues antes en los primeros meses, apenas me movía, dice que es una buena señal que ahora descargue todo lo que siento y no como antes que lo suprimía o eso intentaba. Unos pasos en las escaleras me desconciertan, mi mente me hace creer que son de esas personas que me atendían en el 13, y vienen nuevamente a drogarme al ver que otra vez perdí el control.

Unas manos se posan en mi hombro e instintivamente me alejo y le grito que me deje en paz, pero al notar que se esfuerzan en tocarme, abro los ojos y lucho contra esas manos que intentan retenerme, mi propio pánico no me deja distinguir al dueño de las manos, hasta que este me sujeta las manos con fuerza y me obliga a mirarle

—¡Katniss! Katniss...soy yo

Lo miro asustada y al mismo tiempo que yo nos sentamos en el suelo, sin dejar de hacer contacto visual, haciendo que me pierda en el mar de sus ojos, esos ojos que al instante hacían que me tranquilizara, veo que ese detalle no ha cambiado, mis gritos deben de haber sido muy fuertes como para que los hubiera escuchado, no me había percatado de que estaba temblando, cuando dejo de hacerlo, me pregunta:

—¿Ya estas mejor?— asiento y no contesto, en lugar de eso me le quedo viendo, tiene sus manos y camisa manchadas de pintura, su típico olor a canela y eneldo llega a mis fosas nasales, seguramente de los panes que habrá horneado hoy, con solo sentirlo tan cerca de mí, mi corazón comienza a latir con normalidad, me calmo al instante, tal vez sea por la proximidad humana que hace mucho tiempo no sentía, aunque no hace lo que muy en el fondo esperaba, no me ofrece sus brazos como refugio, como tantas veces había hecho en el pasado y eso solo sirve para confirmar que ese Peeta ya no existe. Su acto de venir a buscarme, me deja incrédula ¿Por qué vino? ¿Con que propósito? Si se supone que me odia, no, no se supone, lo hace.

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