Capítulo 12

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¡Hola! Se que ya tengo tiempo sin actualizar, pero el motivo de esto fue porque hace poco acaba de fallecer un familiar y la verdad he estado muy mal por lo que no he podido publicar mas capitulos, les digo esto porque creo que les debo una explicacion a todas esas personas que siguen la novela. Esto me llevo a atrasarme con la historia, asi que ahora tardare un poco mas en actualizar. Hoy decidi terminar de escribir el capitulo para poder subirlo y pues aqui lo tienen, espero que lo disfruten.

Cierro los ojos y las lágrimas rápidamente se deslizan por mis ojos, siento como me toman de la mano y cuando abro los ojos veo que Haymitch me la tiene sostenida, le da un apretón y me la suelta. No necesita decir nada para expresarse, porque con ese simple gesto ya me ha dicho muchas cosas. Que me apoya, que comprende mi dolor y que me mantenga fuerte.

Pasados las once de la noche, se levantó, le dio un último trago al licor y se marchó. Necesite unos minutos para poder reunir las fuerzas para levantarme y cuando lo hice, subí a la habitación, me cambie y me deslice entre los brazos de Peeta, pero al hacerlo, lo desperté

—¿Katniss?—dijo al ver que estaba llorando

—Abrázame—le pedí con un hilo de voz, pero creo que no logro entenderme.

—¿Cómo?

—Por favor...abrázame—le repetí haciendo un gran esfuerzo por hablar más alto

Peeta no respondió, pero esta vez sí me escucho, porque me estrecho con fuerza entre sus brazos mientras me acariciaba el cabello y solo así, fue como pude quedarme dormida.

***

No puedo decir que con el libro todo ha sido más fácil, que hemos retomado la vida que teníamos antes de los juegos, antes de la guerra, porque no es así. Prometimos hacerlo y lo estamos intentado, pero no es fácil.

Digamos que Haymitch ha progresado porque ahora toma menos, pero cuando digo menos, me refiero a dos botellas menos, pero algo es algo. No sabemos porque, pero a Peeta le ha dado por hornear más que antes, por lo que ahora el refrigerador de Haymitch y el nuestro, se encuentra repleto de pasteles, galletas, panecillos, magdalenas y todo lo que un pastelero puede hacer, por no agregar que también hornea para la gente del Distrito.

Durante las últimas veces que he venido al lago, me ha dado por cantar, antes me daba nostalgia siquiera pensar en hacerlo, pero el canto era algo solo de mi padre y mío, así que al cantar siento la presencia de mi padre alrededor y es una buena forma de saber que sigue conmigo.

Tomo una mora entre mis dedos y la arranco de la rama, para después llevármela a la boca, saboreando su ácido y a la vez dulce jugo. Al llegar a la casa, veo a Peeta guardando algo en el refrigerador, pero no tardo más de diez segundos en adivinar que es, porque el olor ya ha llegado a mi nariz, despertando mi apetito.

—Bollos de queso...

—Tus favoritos—dice Peeta sonriendo, desvía la mirada y la sonrisa desaparece de su rostro—Ah y ha llegado eso para ti—dice señalándome un sobre encima de la mesa, para después darme la espalda.

Me acerco a él, con el ceño fruncido, cuando lo abro descubro que se trata de una carta, desde que llegue al Distrito nadie se había tratado de comunicar conmigo, además de Aurelius y mi madre, pero dudo mucho que se trate de alguno de ellos, porque el Doctor siempre que quiere hablar conmigo lo hace por medio de una llamada y hace meses que nose nada de mi madre, pues nuestra relación se ha ido enfriando por la distancia y por la situación y aunque sé que no debería de ser así, pues es la última familia que me queda, ninguna de las dos ha hecho el esfuerzo suficiente como para tratar de arreglar nuestra relación.

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