¡Hola! Por fin he podido terminarlo, lamento el retraso pero se me estaba haciendo un poco difícil escribir particularmente este capítulo por la integración de más personajes, pero creo que ya ha quedado listo para que lo puedan leer. Espero que me dejen su opinión y así yo sabré si les ha gustado. Muchas gracias, de verdad muchas gracias por leer esta historia.
El oxígeno me falta, mi respiración se vuelve cada vez más pesada. Me encuentro con una túnica blanca de hospital, descalza, en un cuarto blanco, al percatarme del cristal que me impide salir, veo que me permiten ver lo que hay del otro lado y lo que me revelan, resulta tener el efecto totalmente contrario a tranquilizarme. En el otro cuarto blanco, Peeta, con el mismo vestuario que el mío, está atado y dormido en una cama, su aspecto es lo segundo que pone en alerta todos mis sentidos. Se ve esquelético, demacrado, pálido, con las venas sobresalidas, y me percato de que respira con dificultad, es como si le hubieran arrebatado todo el brillo que poseía. Segundos después de observarlo con atención, empiezo a aporrear con fuerza el cristal, sin importarme si me hago daño, desesperada por protegerlo, pues aunque no haya nadie más en la habitación, algo me dice que está en peligro. Me detengo en seco al escuchar pasos, y al verlo me doy cuenta de lo que sucede. Petrificada, observo como se pasea a su alrededor, me percato de que tengo los músculos tan tensos que podrían saltar en cualquier momento y los dientes tan apretados que podrían romperse. Cuando posa su mirada en mí, le digo en un despectivo tono de súplica:
—No lo lastimes, ¡Ya me tienes a mí, a él déjalo en paz!
—Mi querida señorita Everdeen, usted sabe perfectamente porque lo tengo aquí, sin darse cuenta usted misma me dio la forma de destruirla sin tener que ponerle un solo dedo encima. —dice sonriéndome.—Que ironía ¿No le parece? Hacerle daño con el chico al que usted tuvo que fingir amar, al parecer la indiferencia no le duro demasiado ¿No es así?
Y entonces sucede, el cuerpo de Peeta empieza a dar violentas sacudidas, sus muñecas tiran con fuerza de las cuerdas, su rostro se encoge en una mueca de dolor y sus labios dejan salir desgarradores gritos que inundan las dos habitaciones. Comienzo a golpear el cristal con toda la fuerza que me queda, gritando su nombre, pero al ver que es en vano y al no poder seguir soportando viéndolo, mis piernas fallan y caigo al suelo en una posición fetal, temblando, sofocada y tapándome con fuerza los oídos, porque el sonido de su dolor me rompe de formas que ni siquiera yo misma soy capaz de comprender.
Despierto gritando, sudorosa y sobresaltada. Me quito con brusquedad las sabanas y desorientada, me quede quieta un momento, mientras volvía en mí y recordaba donde estaba.
—Peeta—siseo al ver a mi alrededor, y comprobar que me encuentro sola.
Me levanto de la cama, jadeante y salgo del vagón. Lo busco en los compartimentos y al no ver rastro de él, el ardor de mi pecho se agranda a un grado que resulta doloroso.
—¡Peeta!
Entonces, cuando intento entrar a otro vagón, choco con algo pesado. Sus brazos me rodean y por su rostro puedo observar que está preocupado, después de examinarlo rápidamente y asegurarme de que se encuentra bien, lo abrazo con fuerza, tratándome de convencerme de que está aquí, conmigo y no en las garras de Snow que sabía perfectamente como romperme en todos los sentidos. Noto que Peeta apoya su mejilla en mi pelo antes de decir:
—No pasa nada, Katniss.
Quisiera creerle, quisiera poder pensar que las cosas están bien y que no sucedió nada, pero la realidad es, que esa pesadilla me ha revelado justo todo lo que estoy tratando de eludir. Al recordarlo atado a la cama, a su cuerpo temblando con brusquedad y al cristal que me impedía acercarme a él, las lágrimas que evite derramar en mi pesadilla, empiezan a descender por mis mejillas.
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Siluetas
FanfictionHistoria sobre antes y un poco despues del Epilogo de Los Juegos del Hambre: Sinsajo Los personajes pertenecen a la autora Suzanne Collins (Borrador)