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Ser detective de homicidios lo había llevado a ver desastres, personas que dejaban su humanidad de lado para hacer escenas caóticas que llegaban a ser horrorosas, sus ojos se acostumbraron a la decadencia de buenos deseos en aquellos corazones oscuros de venganza y odio. Sin embargo, nada se comparaba con esto, el desorden era completamente fuera de serie.

Estudió durante los años necesarios para obtener el cargo que tenía, llegando a ser respetado por sus colegas, el que tenía más casos resueltos en menos tiempo, su nombre era reconocido y estaba orgulloso de eso. Tenía la mente fría, un estómago de acero y una brillante intuición, pero no estaba seguro de nada de lo que sucedía en esos instantes.

Primero, porque no sabía como llegó a la situación en que su mente le llevó a estirar su único casco al joven hombre de cabellos negros y ojos de Bambi. Su mente reparó en que alguien necesitaba de ayuda, pues la agresión era escuchada no solo por él, llevándolo a plantarse entre ambos hombres, los dos atractivos a su parecer aún cuando las arrugas de la ira llenaban su expresión. Su honor le permitió meterse en medio del disturbio, dispuesto a ayudar a quien le necesitara y trataba de convencerse de que eso seguía haciendo, llevándose al chico a su espalda. Sintiendo las manos sujetas en sus caderas con fuerza, abrazando su cuerpo, no sabía bien si era por el miedo del momento o el miedo mismo de estar sobre una motocicleta, pero el agarre era tan inquietante como el que él mostró alguna vez hacia su padre.

Segundo, no había cabeza para el caos que inundaban las calles, gente llena de sangre, autos chocando entre si, personas corriendo despavoridas para caer sobre el asfalto al tener encima a otras que se volvieron caníbales. Sus ojos presenciaron serie de cosas que lo llevaron a conclusiones apresuradas, una lista de pasos que seguiría al pie de la letra, en el momento en el que presionó el freno para derrapar la calle y detenerse mirando en dirección de donde partía.

Los autos bloqueaban a otros entre si por el disturbio, él se había movido entre ellos y no podía ver el auto de a quien invitó seguirle, el esposo del hombre abrazando sus caderas. No estaba seguro si eso era bueno o malo, no podía preocuparse de eso en ese preciso momento.

─¡¿Qué haces?! ─gritó aquel chico a su espalda─, ¡esas cosas están viniendo!

Cosas.

Era lo más preciso a decir, como aquel al que confrontó en medio del caos, ese tipo lleno de sangre, escurriendo la misma entre sus dientes y produciendo lamentos. No importó que haya disparado su arma en contra de él, aquella cosa siguió de pie, caminando hacia él aún con las advertencias.

Seres humanos que se convirtieron en bestias.

Observó detenidamente la escena, supo diferenciar entre las personas que aún conservaban la cordura y las que atacaban a otras para desgarrar su carne con uñas y dientes. Presenció que aquellas cosas caminaban, algunas corrían y llegaban a saltar demasiado alto, contó los segundos de los pasos encontrando un patrón, sacando su pistola cuando hubo uno demasiado cerca y el grito del hombre joven se escuchó en su oreja. 

Levantó ambas manos sosteniendo el arma, la bestia de apariencia humana pero de forma atroz, con mordidas por todo el cuello y los ojos casi completamente blancos, se elevó sobre el auto para saltar rumbo a ellos. El rubio disparo justo en medio de los ojos, creando un agujero, el cuerpo cayó sobre el auto debido al impacto y guardando su arma volvió a tomar el volante, presenciando que la bestia no se movía una vez más.

Más bestias se acercaban, los gritos estaban por todos lados, alarmas de autos, cosas derrumbándose o explotando en algún lugar y el cielo llenándose de humo negro. Todo cortado por la sirena que comenzó a sonar y el helicóptero cortando el humo, pasando por arriba de sus cabezas y haciendo que ambos le miraran. No esperó más para poder arrancar.

Deadpoint | jikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora