Capítulo 16

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Maka

15 años no eran suficientes como para desarrollar la madurez mental necesaria para poder lidiar con aquello. 

– ¡Spirit! ¡Cómo pudiste!

Spirit Albarn: mi padre. Y a parte de ser padre, también cretino. 

– ¡Aún por encima con la jodida cocinera!

No, nosotros no teníamos cocinera. Pero la familia del que en su día fue el mejor amigo de papá sí. Había escuchado numerosas cosas sobre el señor Death: era un hombre que estaba hasta arriba de pasta, casi nunca se lo veía por la ciudad, era reservado y corrían por su nombre infinitos rumores e historias que a día de hoy solo los dioses sabían si eran ciertas. 

Ninguna de estas historias me las había contado Spirit. Mi padre llegaba después de pasar sus tardes con el señor Death en su casa, se sentaba en el sofá y sonreía. Nunca decía nada. Ni una sola palabra. Solamente sonreía. No de una manera aterradora, más bien de la manera en la que uno sonríe cuando llega a casa después de pasar una buena tarde con amigos, o una persona especial. Claro que, la persona especial para papá era mamá, así que siempre descarté la posibilidad de que su sonrisa se causase por la compañía de alguien especial. 

– No es lo que parece... Kami, yo te amo. ¡Os amo a ti y a nuestra hija! 

Discusiones como estas ya eran normales desde que yo tenía 10 años. Posiblemente estas peleas ya habían comenzado mucho antes, pero yo comencé a darme cuenta a los diez. Con diez años comencé a entender muchas cosas. O eso creía. No fue hasta los trece que supe que mi padre engañaba a mi madre constantemente. Kami aguantaba. No sé por qué mi madre aguantaba, quizás lo hizo por mí. Quizás ella amaba tanto a papá hasta el punto de volverse una ilusa por él. Mi madre llevaba aguantando por más de cinco años un peso que cada vez se hacía más y más pesado. Hasta que se cansó de aguantar.

– ¡Que te jodan! ¡Quiero el divorcio!

Recuerdo ese día. No llovía, pero tampoco hacía sol. El cielo estaba cubierto por espesas nubes negruzcas, color carbón. Yo lloraba apoyada contra una pared mientras escuchaba el agudo sonido de una bofetada, para después oír el chirrido de la puerta del salón, abriéndose, acompañado de los acelerados pasos de mamá. 

Media hora. Solo tardó treinta minutos en hacer las maletas y largarse. Aún cuando cierro los ojos recuerdo el último beso en la frente que me dio, antes de despedirse. 

– Me voy de viaje una temporada, cariño. Estaré en contacto. Volveré pronto.

Nunca volvió. Creo que lo intentó, que ella de verdad intentó volver a por mí para llevarme con ella. Pero nunca se atrevió a volver a pisar Death City. 

Ahora solo quedábamos mi padre y yo en aquella casa. Él con sus manos en los bolsillos y yo con las mías secándome las lágrimas. Esa fue la primera vez que quise matar a mi padre con los ojos.

– Voy a salir un momento, Spirit.

Miraba al cielo, sin saber a dónde dirigirme, por mucho que mis pies se moviesen inconscientemente. Los grandes nubarrones no se movían y no había espacio alguno que dejase pasar al azul del cielo. En el aire podía respirarse el viento húmedo mezclado con el olor de la tierra que está a punto de ser duchada por las nubes. Me paré sobre mis pies. Había caminado unos veinticinco minutos y había llegado, inconscientemente, a la gran mansión del señor Death.

Como todo lo que sabía de aquel hombre, los rumores de la gente de la ciudad también hablaban de la localización de su gran casa. Estaba segura: aquella construcción grande con calaveras decorativas en algunas de las columnas, que hacían de pilares, era la edificación donde vivía aquel misterioso hombre del que había oído hablar tanto y tan poco. 

Enchanted (KidxMaka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora