La misión secreta de Bakugo

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Izuku estaba haciendo fila para pagar las prendas que iban a comprar en aquella tienda, increíblemente en último momento, cuando Izuku se estaba cambiando a su ropa, la tienda se había llenado de personas haciendo que se formara en la caja registradora un pequeño tumulto, pero eso solo le convenía al rubio cenizo. Bakugo vio la oportunidad de hacer algo que desde esa misma mañana estuvo rondando por su mente y no la iba a perder sin importar que.

—Deku ya regreso, espérame en la tienda— No lo dejó ni contestar pues ya se encontraba saliendo del lugar rumbo a una farmacia que había visto no muy lejos de allí.

Cada paso que daba lo hacía ponerse más nervioso. ¿Por qué tenía que sentirse así? Solo iba a una estúpida farmacia, no era nada del otro mundo, no había nada de que preocuparse. Se quedó un momento de pie frente a la puerta viendo el interior como si de una casa de terror se tratase, hasta que por fin tomó el valor suficiente para entrar.

Probablemente lo que estaba a punto de hacer fuera una de las cosas más vergonzosas de su vida, pero el lado positivo en ello era que donde se encontraba no era su mundo, así que no tendría que ver el rostro de las personas a dentro de aquel local otra vez.

Aquel pensamiento le hizo sentir una opresión incómoda en el pecho, había intentado todo el día no pensar en eso, quería disfrutar al máximo su cita con Deku, quería llenarse de recuerdos felices solo por la posibilidad de que jamás le vuelva a ver.

El destino era cruel, le gustaba jugar con los sentimientos de las personas, hacerlos sentir una gran dicha que los llevaba a las nubes para después dejarles caer estrepitosamente contra el duro suelo. ¿Por qué el destino tenía que ponerle un ser tan adorable y magnífico en su camino si después se lo quitaría? Y él como si fuera un masoquista había caído en la trampa gustoso.

Cuando por fin tomó el valor suficiente hizo de tripas corazón y entró en la farmacia, recorrió los escasos pasillos hasta que encontró el primero de los objetos que necesitaba, en cuanto al segundo tampoco le fue difícil de hallar, unos productos más adelante y una gran cantidad de estos se encontraban perfectamente organizados por marcas y colores en los estantes. Ahora únicamente le quedaba escoger el indicado para él, solo que no sabía que comprar entre tantas opciones.

Se quedó un largo tiempo viendo las cajas y leyendo lo que venía en ellas, pero no podía concentrarse bien en su labor pues se sentía observado, podía percibir claramente como una mirada le quemaba la nuca, eso lo estaba poniendo muy incómodo y afanado, pero no quería equivocarse.

Después de unos estresantes minutos, encontró lo que estaba buscando según la información que obtuvo de internet. Con los dos objetos en la mano fue a la caja registradora, una señora de quizás unos cuarenta años lo atendió. "¿Por qué mierdas se tiene que parecer a mi profesora de matemáticas de la secundaria?" Pensó Katsuki, aquello se sentía como una burla a su avergonzado ser.

—Que tierno eres. ¿Es tu primera vez?— dijo la señora tomando los objetos que el rubio puso en el mostrador —Siempre pasa lo mismo con los primerizos, se ponen todos rojitos, pero tranquilo luego te acostumbrarás. Es bueno ver a jóvenes responsables que se cuidan.

Bakugo quería gritarle a aquella mujer que se callara de una maldita vez y registrara esa porquería para poder salir corriendo de aquel lugar, la situación lo estaba superando, no podía sentirse aún más apenado y la cajera no ayudaba con sus comentarios. Además, ¿por qué seguía sintiendo que lo observaban? Era incómodo, realmente incómodo. Volteó a mirar con la intención de mandar al carajo a cualquiera que lo estuviera viendo, pero nadie lo hacía, las únicas personas en el lugar estaban más concentradas mirando los estantes que a él, quizás solo voltearon a ver a otra parte cuando notaron que el rubio cenizo les puso atención.

Cómo invocar a un personaje de ficción [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora